1 de mayo de 2011

LA VOZ DE LOS PADRES

TEXTOS PARA EL TIEMPO PASCUAL
Domingo 2º del Tiempo Pascual

De los sermones de Santo Tomás de Villanueva
«Si no veo en sus manos la señal de los clavos, si no le meto el dedo en la herida de los clavos, y la mano en su costado, no me lo creeré». Tozudez realmente admirable: No vale la autoridad de todos los hermanos, ni la alegría manifiesta, para hacerle creer. Era necesaria una aparición del Señor, para poner remedio, ya que el buen Pastor no podía sufrir que se perdiera ninguna de sus ovejas. Así lo había rogado al Padre: «De los que me habéis dado, no he perdido ni uno solo». Que lo aprendan los obispos: qué solicitud no deben tener por las ovejas que les han sido encomendadas, si el Señor se quiso aparecer tan sólo por una de ellas!

Mostrar toda la solicitud, no ahorrar ningún esfuerzo con vistas a salvar una sola persona, no es una ocupación de poca importancia para un obispo. El que devuelve al redil una oveja que se había descarriado, se gana un poderoso defensor ante Dios. «Trae tu dedo, aquí tienes mis manos; trae tu mano y métela-la en mi costado. No seas incrédulo, sino creyente». Feliz la mano que mereció escrutar los secretos del costado del Señor. ¡Cuánta riqueza no encontraría! De aquel costado, Juan había extraído los misterios divinos, cuando había recostado en él la cabeza. Tomás también descubrió tesoros. Qué escuela no sería aquella que ha formado unos discípulos de tal magnitud! Uno, despegando hacia arriba a lo alto, podía escribir cosas admirables sobre la divinidad: «Al principio ya existía la Palabra. La Palabra estaba con Dios y la Palabra era Dios». El otro, tocado por el mismo rayo de la Verdad, exclama de manera sublime: «Señor mío y Dios mío!» Esta confesión, más grande que la incredulidad, no podía resonar más profundamente: todo lo que la fe puede contener está expresado con pocas palabras.

Oh admirable profundidad! Palpa al hombre y lo llama Dios! Si se hubieran escrito mil libros, no se habría aprovechado tanto en la Iglesia de Dios. ¿De qué manera más abierta y más fiel llama Dios a Cristo! Palabra realmente útil y necesaria para la Iglesia de Dios, con la que, ya en otro tiempo, fueron extirpadas las herejías. Pedro fue alabado cuando dijo: «¡Tú eres el Mesías, el Hijo del Dios vivo!» Todavía es más claro lo que ahora afirma Tomás: «Señor mío y Dios mío!» Con una sencilla palabra proclama las dos naturalezas en Cristo.

«Porque me has visto has creído? Bienaventurados los que crean sin haber visto!» ¡Qué gran consuelo no nos viene, hermanos, de estas palabras! Siempre que las decimos, somos movidos a exclamar: «Bienaventurados aquellos ojos! Bienaventurados aquellos tiempos! Bienaventurados aquellos días que merecieron de ver y contemplar estos misterios tan grandes ». Es decir: «Bienaventurados los ojos que ven lo que vosotros veis». Pero el Señor nos dice también: «Bienaventurados los que crean sin haber visto». Aquello fue un gran consuelo, eso tiene más mérito. La visión alegra, pero la fe honra mucho más.

De las Catequesis de Jerusalén, Catequesis 21
Bautizados en Cristo y habiéndoos revestido de Cristo, habéis adquirido una condición similar a la del Hijo de Dios. Ya que Dios, que nos predestinó a ser sus hijos de adopción, os hace conformes al cuerpo glorioso de Cristo. Por eso, hechos partícipes de Cristo (que significa ungido), no sin razón sois llamados ungidos, y es en referencia a vosotros que el Señor dijo: «No toquéis a mis ungidos».

Fuisteis hechos cristos (o ungidos) cuando recibisteis el signo del Espíritu Santo; todo se cumplió en vosotros en imagen, ya que sois imagen del Cristo. Él, en efecto, al ser bautizado en el río Jordán, salió del agua, después de haber comunicado el efluvio fragante de su divinidad, y entonces bajó sobre él el Espíritu Santo en persona, y se puso sobre él como sobre su semblante.

De un modo similar, vosotros, después que subisteis a la piscina bautismal, recibisteis el crisma, símbolo del Espíritu Santo con que fue ungido Cristo. En cuanto a esto Isaías, en una profecía referente a sí mismo, pero en tanto que representaba el Señor, dice: «El Espíritu del Señor está sobre mí, porque el Señor me ha ungido; me ha enviado a llevar la Buena Noticia a los pobres».

Vosotros, al ser ungidos materialmente, habéis sido hechos partícipes de la naturaleza de Cristo.