23 de abril de 2010

SAN JORGE, MÁRTIR, PATRÓN DE CATALUÑA

Homilía predicada por el P. José Alegre, abad de Poblet
Apoc 12,10-12; Salm 33,2-9; 1Jn 5,1-5; Jn 15,1-8

Hace un tiempo me enseñaron un retablo en una parroquia que representaba a san Jorge, Patrón de Cataluña. El autor de la pintura me explicaba que había tenido problemas con el párroco, ya que había pintado en el retablo una bandera catalana, y no quería esta connotación política. Tuvo que eliminarla.

Hoy, como otros años, en el Palacio de la Generalitat habrá una ceremonia religiosa, Misa o plegaria equivalente, a la que asistirán los políticos, la mayoría de los cuales o no creen o no practican…

Son las típicas y habituales contradicciones que se dan en nuestra sociedad en donde unos mezclan lo religioso y lo político, y otros lo separan. ¿O quizás es que nos sale del subconsciente el deseo del poder? No lo sé, pero en todo caso estas cosas no son hoy de fácil solución y aceptación para todos.

También es interesante ver la iconografía de san Jorge: Un guerrero con su lanza matando un dragón. Como hay otras iconografías de santos espada en mano y ensartando enemigos. Sí, decimos que es un valor simbólico, pero estos simbolismos no suelen salir en el evangelio. Más bien es al contrario, cuando Jesús manda a Pedro meter la espada en la vaina. Pero solemos olvidar los simbolismos, y no hemos aprendido de verdad la lección de Getsemaní.

¡Y así nos ha salido una parte de nuestra historia! Que por otro lado llega a tener proyección viva en nuestros días, en la vida de los creyentes. Nos sale con frecuencia la vena guerrera: «perdono pero no olvido», cuando el evangelio habla de un perdón desde el corazón. Es decir amnistía total. Participo en la eucaristía y en la comunión, poco después de haber negado la paz a alguien, o cuando le estoy negando la palabra a otro hermano o hermana que tiene la misma fe que yo, o cuando el evangelio dice que antes de participar en la eucaristía cuide esta relación fraternal, esta reconciliación. Pero parece que a esta página del evangelio muchos no han llegado. Y no digamos cuando son dirigentes a quienes se deja participar en la eucaristía, cuando la vox populi les atribuye injusticias sangrantes.

Uno tiene la impresión de que la Iglesia en ocasiones se hace débil con los fuertes y fuerte con los débiles. Pero está claro que este no es el camino de evangelio. San Pablo, por lo menos dice que se hace fuerte con los fuertes, y débil con los débiles. O sea en dirección contraria.

Son circunstancias estas verdaderamente difíciles de afrontar y de vivir. Pero si queremos vivir nuestra fe en la buena Noticia de Jesús no se pueden eludir, y es necesario afrontar el evangelio, y dejar que él me interrogue como una Palabra que se dirige personalmente a mi y a toda la comunidad cristiana o monástica.

Veamos, pues, que nos dice la Palabra en esta solemnidad, y que por otro lado fue la Palabra que iluminó a san Jorge en su vida de fe. Más allá de la anécdota legendaria san Jorge fue un santo muy celebrado ya desde la antigüedad. Un punto de referencia para la vida de muchos creyentes en la vida de fe a lo largo de los siglos. Hasta hoy, que muchos pueblos lo tenemos como patrón. Y esto porque san Jorge encarna en su vida esta Palabra de vida que acabamos de escuchar:
«Yo soy la cepa y vosotros los sarmientos. Yo soy la cepa verdadera. Permaneced en mí y yo en vosotros». ¿Esto es así? ¿tenemos conciencia de esta relación íntima con la cepa? Y esto lo repite varias veces, como si fuera consciente de que nos iba a costar aprender y vivir esta lección, que ahora, en estos días podemos contemplar en vivo, si salimos al campo, pero sin olvidar la referencia a nuestra vida concreta.

«El sarmiento que no da fruto el Padre lo corta». Es decir uno puede estar todavía en la viña como sarmiento cortado, al pie de la cepa, pero está ahí abandonado que no llega a dar fruto, sino que será leña que se irá pudriendo o a lo sumo los recogerán para quemarlos asando carne, o ni siquiera esto. Por ello es fundamental no vivir en la inconsciencia, sino advertir en todo momento si estoy para dar fruto. Si recibo savia de la cepa.

«Y la que da fruto, el Padre la poda y la limpia». Es decir que el Padre no tiene, no quiere, cepas de unos pocos granos, sino que quiere una buena producción, y busca sacar más y más rentabilidad de sus sarmientos.

Ya vemos: san Jorge dio la máxima rentabilidad: llega «al amor hasta el extremo». Más fruto ya no es posible. Lo ha dado todo. El racimo exprimido hasta la última gota.

«Esta es la victoria que vence al mundo» nos dice también la Palabra. La fe. San Jorge vence el mundo, logra la victoria no con lanzas ni dragones, sino con la espada de la Palabra. Una espada que primero dejará que le atraviese a él mismo el corazón, donde quedará como semilla hasta crecer y ser instrumento vivo y generoso de esa Palabra para que continúe la victoria de nuestro Dios sobre la sabiduría del mundo. Este es el aroma de san Jorge, la rosa de san Jorge, como nos sugiere Salvador Espriu:

«Nosotros
con gran tedio, mirábamos
quizás enfermos, la vida
de la calle. Entonces
ella (la luz de Abril) venía, siempre
olorosa, benigna
con las flores, y encerraba
fuera, lejos, el sufrimiento
del pobre dragón…»
«Ahora es la ahora de la victoria de nuestro Dios; la hora de su poder y de su reino». No podemos, no debemos, esperar a lo que llamamos la "otra vida". La "otra vida" es ya ésta, la de ahora, y con nuestro trabajo de ahora, cogiendo el fruto de la cepa preparamos el tiempo de los frutos, en la plenitud del amor trinitario.