4 de abril de 2010

DOMINGO DE PASCUA: LA RESURRECCIÓN DEL SEÑOR (C)

LA BELLEZA DE LA PALABRA DE DIOS EN LA HOMILIA
Hech 10,14.37-43; Salm 117; Col 3,1-4; Jn 20,1-9

Reflexión: Pascua

Es la Pascua del Señor. El paso a la vida, a la glorificación a donde nos precede Cristo, el Esposo. Y el Esposo invita a Nupcias a su Iglesia, y le da como prenda su Espíritu y la esperanza de su futura glorificación. La Iglesia resucita con el Señor; está sentada a la diestra de Dios. Su vida no pertenece a este mundo, sino que está escondida con Cristo en Dios. Por esto dirá san Pablo: «buscad los bienes de arriba, no los de la tierra. Y cuando aparezca Cristo, apareceréis también vosotros, juntamente con Él, en gloria».

Las Nupcias de Cristo con la humanidad se realizaron en la Encarnación; pero en sentido pleno y propio se celebran en Pascua, cuando el Resucitado, el Glorificado y Ensalzado es ungido con la plenitud del Espíritu.

Nuestra resurrección, la de los fieles creyentes, está contenida ya en la Resurrección de Cristo, y la Esposa, la Iglesia, ha recibido del Señor, el Espíritu como prenda mientras dura la peregrinación por esta tierra. Estas Nupcias se siguen celebrando sin cesar, cultualmente, en el misterio del Bautismo, donde la Iglesia, regenerada en las aguas, se hace un solo cuerpo con Cristo.

A estas Nupcias pertenecen todos los llamados del judaísmo y del paganismo, todos los hombres, llamados por Dios a la salvación. Se celebran todos los días, y durarán hasta la eternidad.

Se ha iniciado, pues el camino de la reconciliación con Dios. El camino ha sido abierto. La iniciativa ha partido de Dios, pero Dios ha dado estos primeros pasos inmerso en nuestra naturaleza humana, para incorporarnos a esta misma tarea de unidad y reconciliación.

El cristiano que vive a Cristo Resucitado, que tiene arraigada esta fe en su corazón, en su vida, está llamado a ser un signo claro ante el mundo, ya que está habitado y animado por el mismo Espíritu de Jesucristo, que le llevó a pasar de la muerte a la vida, y realizando de una vez por todas, con la Nueva Alianza, la reconciliación definitiva con Dios. Seremos un signo:
—con nuestra alegría y nuestra ilusión por el trabajo. El trabajo bien hecho. Sobre todo, un trabajo permanente de reconciliación
—con nuestra entrega sin límites al servicio y a la caridad
—con nuestra libertad interior
—con nuestra fe que nos impulsa a celebrar

Pero el punto clave es la CARIDAD: «nosotros sabemos que hemos pasado de la muerte a la vida porque amamos a los hermanos» (1Jn 3,14)

Palabra

«Pedro dijo: Conocéis lo que sucedió en el país de los judíos…: Jesús de Nazaret, ungido por Dios con la fuerza del Espíritu Santo, que pasó haciendo el bien y curando a los oprimidos; porque Dios estaba con Él». Esta es la "hoja de ruta" de Jesús, el sendero hermoso de Jesús entre los hombres; la manifestación de la bondad y la belleza divinas. Es también nuestro sendero entre los hombres.

«Nosotros, somos testigos de todo lo que hizo… Lo que hemos visto y oído… Los que hemos comido y bebido con Él». ¿Somos testigos del Resucitado? ¿Me lo pregunto a mi mismo?

«Se ha llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto». El sepulcro sigue vacío, pero ¿sabemos dónde han puesto al Señor? O mejor: ¿dónde lo he puesto?

«Pues hasta entonces no había comprendido la Escritura: que Él había de resucitar de entre los muertos». También esta Palabra puede despertar en nosotros una pregunta: ¿yo he comprendido la Escritura? Es un don de Dios, pero, evidentemente, requiere por mi parte el pedir este don, el obrar de acuerdo a la posesión de este don.

Sabiduría sobre la Palabra

«Nosotros, empero, tal como tenemos por tradición, el Domingo de Resurrección, nos abstenemos no sólo de arrodillarnos, sino que también evitamos todo gesto y ejercicio de angustia o temor, y hasta diferimos nuestros negocios, a fin de no dar lugar al diablo. Lo mismo hacemos también durante Pentecostés, que se distingue por la misma solemnidad de alegría». (Tertuliano)

«Estos días leemos el relato de la resurrección del Señor según los cuatro evangelistas. Y es necesario leerlos a todos, porque cada evangelio por separado no lo dijo todo, sino que lo que uno omite lo dice el otro. Y de tal manera se completan unos a otros, que todos son necesarios». (San Agustín)

«El misterio de Pascua no se celebra sólo en Pascua, sino en todos los días del año, porque la Misa es el Misterio Pascual. El tiempo de Pasión, la Semana Santa, la Pascua y los "cincuenta días santos" de la época de Pascua, que culminan en la celebración de Pentecostés, se combinan todos para extender ante nosotros el misterio de Pascua en su momento con todo detalle. Pero la plenitud del Viernes Santo, Pascua y Pentecostés también se condensa en el ámbito de la Misa de cada día. Pues cada vez que participamos en los Misterios sagrados (el Paso del Señor, la Pascua) morimos con Cristo, resucitamos con Él y recibimos de Él el Espíritu de Promesa que nos transforma y nos une al Padre en y por medio del Espíritu Santo». (Thomas Merton)