26 de abril de 2010

DOMINGO IV DE PASCUA (C)

LA BELLEZA DE LA PALABRA DE DIOS EN LA HOMILÍA
Hech 13,14.43-52; Salm 99,2.3.5; Apoc 7,9.14-17; Jn 10,27-30

Reflexión: El Resucitado, el Buen Pastor

La Resurrección es la garantía de la predicación de Jesús sobre el Reino de Dios, que viene al mundo. Garantía de que Jesús no ha sido un falso testigo de Dios; que no había hecho promesas falsas, ni se presenta con una autoridad ilegítima. No ha interpretado falsamente las Escrituras.

El Dios que le había acompañado durante su vida pública con signos y prodigios a favor de los demás, le acompaña con un signo máximo a favor de su persona, resucitándole. La Resurrección abre un futuro innovador, divinamente previsto por Dios y llevado a cabo por la acción del Espíritu Santo. En este futuro se contempla la novedad de la vida cristiana, la vida de la Iglesia y su misión a todos los pueblos, la promesa del perdón, la transformación de la vida por el bautismo, la comunión de los creyentes….

La resurrección es un poder que afectó a Jesús, y afecta a quienes se abren a él. La existencia mortal de Jesús es transformada al integrarse en el vivir mismo de Dios. No vuelve ya a la forma biológica anterior, sino que llega a una participación en la vida misma de Dios, que le da ya indestructibilidad y santidad para siempre.

«La resurrección no significa el comienzo de un nuevo periodo de la vida de Jesús, llenado con algo nuevo, que lleva adelante en el tiempo, sino lo definitivo y permanente de la única vida singular de Jesús, que a través de una muerte libre y obediente, logra el carácter definitivo y permanente de su vida… Significa la salvación definitiva de la existencia humana concreta, que ni se prolonga en el vacío ni perece» (K Rahner)

Y a partir de esta experiencia de la resurrección, Cristo continua su "servicio" de Buen Pastor, que ya había iniciado con su vida pública, pasando entre los hombres haciendo el bien, curando…

Ahora esta obra del Cristo, Buen Pastor, será más profunda en el corazón de los hombres, una obra más íntima, de una relación personal más profunda por medio de su Espíritu, derramado sobre toda carne. «Nada me falta» dirá el salmo 23(22) refiriéndose al Buen Pastor, mostrando una sensación de plenitud. Frene a la experiencia diaria donde todo queda incompleto, corto, donde hay insatisfacción…., ahora la experiencia de la resurrección de Cristo, nos abre a una experiencia de plenitud.

Ahora podemos considerar también, a la luz del Resucitado los numerosos símbolos de este salmo: recostarse en verdes praderas, fuentes tranquilas, sendero justo, cañada oscuras, la vara, el cayado, la mesa, la copa, la casa del Señor … y hacer una nueva lectura en clave de resurrección.

Palabra

«Toda la ciudad acudió a oír la Palabra de Dios». Quienes estaban llamados a escucharla la rechazan, quienes no la esperan tienen la oportunidad de oírla y se entusiasman. El hombre en su permanente frivolidad le cuesta apostar o hacer la opción por aquel sendero que le puede proporcionar el sentido auténtico de su vida. Es posible también que los testigos de esa Palabra no estemos a la altura que deberíamos estar.

«Los que estaban destinados a la vida eterna, creyeron». Todo estamos destinados a la vida eterna. Todos somos creación del Dios bueno que nos llama a su Reino, pero tenemos que tener presente la respuesta a Dios que se debe dar desde nuestra libertad. Entonces yo estoy destinado a esa vida eterna, pero en mi libertad puedo hacer otra opción. Tremendo e inescrutable el misterio de la vida humana.

«Una muchedumbre inmensa de toda nación, raza, pueblos y lenguas». La llamada de Dios es una llamada universal. Pero parece indicarnos la Palabra que el camino pasa en este mundo por vivir también la tribulación, la tensión o la lucha… que supone hacer la opción por el Cordero. Si a mí me persiguieron también a vosotros os perseguirán, les dice a los discípulos Jesús. Evidentemente la resurrección tiene un precio alto: la cruz.

«Mis ovejas escuchan mi voz, y yo las conozco,… y yo les doy la vida eterna». Jesús nos dirige su Palabra, para que le sigamos, para que lleguemos a estar donde está Él. Jesús nos da por su parte la garantía de su ayuda, su cercanía, su fuerza… pero todo esto no supone ahorrarnos trabajos, dificultades, dolor… en el camino.

Sabiduría sobre la Palabra

«"Yo soy el buen Pastor que conozco a mis ovejas", es decir, que las amo, "y las mías me conocen". Habla, pues como si quisiera dar a entender a las claras: los que me aman vienen tras de mí. El que no ama de verdad es que no lo ha conocido todavía. Mirad si sois, en verdad, sus ovejas, si le conocéis, si habéis alcanzado la luz de su verdad. Si le conocéis no sólo por la fe, sino también por el amor; no sólo por la credulidad, sino también por las obras. Porque el mismo Juan Evangelista, que nos dice lo que acabamos de oír, añade también: "Quien dice: yo le conozco, y no guarda sus mandamientos, es un mentiroso". Sus ovejas encuentran pastos, porque quienquiera que siga al Señor con corazón sencillo se nutrirá con un alimento de eterno verdor. ¿Cuáles son, en efecto, los pastos de estas ovejas, sino los gozos eternos de un paraíso inmarchitable? Los pastos de los elegidos son la visión del rostro de Dios, con cuya plena contemplación la mente se sacia eternamente». (San Gregorio Magno, Homolías sobre los Evangelios)

«Se meten estas frases en mí sin dificultad: veré al Pastor (Sl 23). Veré el valle de la sombra de la muerte; veré la mesa preparada para el banquete. Es como el evangelio en pequeño. Cuántas veces, en horas de angustia, me he acodado del bastón confortante que evita el peligro. Cada día recitaré este pequeño poema poético del cual no se agotan jamás sus riquezas». (Julien Green)