4 de abril de 2010

DOMINGO DE PASCUA. LA RESURRECCIÓN DEL SEÑOR

MISA DEL DÍA DE PASCUA

Homilía prdicada por el P. José Alegre, abad de Poblet
Hech 10, 14.37-43; Salm 117,1-2.16-17.22-23; Col 3,1-4; Jn 20,1-9

«Señor, que en este día nos has abierto las puertas de la vida…concédenos vivir en la esperanza de nuestra resurrección». (Oración colecta)

Las puertas de la vida vuelven a abrirse con el retorno de una nueva primavera, que se anuncia, que se expresa con esta bella imagen de Joan Maragall: «Cuando una rama ya no puede más de la primavera que lleva dentro, por entre las hojas abundantes brota una flor como expresión maravillosa. ¿No veis en la plenitud de las plantas la admiración de la floración de nueva vida? Así nosotros cuando brota de nuestros labios la palabra verdadera» (Elogi de la Paraula)

O en la Sinfonía 2ª, Resurrección, de Mahler, que nos sugiere que esa vida que renace se prepara con lo que se siembra previamente: «Es para volver a florecer que has sembrado. El dueño de las mieses camina y recoge las garbas, nos recoge a los muertos. Mi corazón cree, nada de ti se pierde… Lo que se ha extendido debe resucitar. Cesa de temblar, prepárate a vivir».

Pero será sobre todo en el espacio interior del género humano donde Dios pondrá, con su imagen, las fuentes de la vida, la semilla de una permanente vida nueva. Apareciendo, sobre todo la mujer, la madre, como colaboradora del Dios de la vida: «Yo no sé como aparecistéis en mis entrañas, ni soy yo quien os ha dado el aliento i la vida. El creador del mundo es el que modela a los hombres antes de nacer y sabe como se ha formado cada uno; Él os devolverá bondadosamente el aliento y la vida». (2Mac 7,27s)

Así se expresa la madre de los siete hermanos macabeos ante el martirio de sus hijos. Una mujer, una madre segura de las fuentes de la vida que no se agotan: «Aparecisteis en mis entrañas... El creador sabe como ha modelado a cada uno. Él os devolverá el aliento y la vida».

La solemnidad de Pascua nos confirma esta palabra. Cesa de temblar, prepárate a vivir vuelve la armonía a la creación. Ha empezado una nueva melodía que empieza en Galilea, como anuncia Pedro: «Ungido por Dios, con la fuerza del Espíritu pasó haciendo el bien, curando a los oprimidos… lo mataron, pero Dios lo resucitó y nos lo hizo ver. Y nos ha encargado de dar solemne testimonio de esta vida nueva».

Esta es la gran obra de Dios creador: incorporar a toda la humanidad a su círculo de amor, la Trinidad. Incorporarnos a su Reino cuya plenitud se manifiesta con la Resurrección.

Y no será extraño que sea la mujer la primera que proclame la Resurrección. Ella fue elegida por Dios como colaboradora más íntima en el servicio a la vida. La mujer será también la que romperá el silencio de aquel amanecer que como rama de la creación ya no podía contener tanta vida nueva. Una mujer dará el primer grito:

«¡Resucitó de veras,
mi amor y mi esperanza!
¿Qué has visto de camino,
María, en la mañana?
—A mi Señor glorioso…
resucitó de veras
mi amor y mi esperanza».

Cesa de temblar María. Cesad de temblar Pedro y Juan, que todavía no creéis en la nueva vida. Y preparaos para vivir. Es necesario que los coros de la nueva creación, los coros de la Resurrección hagan oír su melodía hasta los confines de la tierra.

Este es el deseo del Resucitado: «Nos encargó predicar al pueblo, dando solemne testimonio de que Dios lo ha nombrado juez de vivos y muertos».

La Resurrección. Aquí está el núcleo de nuestra fe. Aquí el sentido de nuestra existencia cristiana. Aquí contemplamos una nueva vida que nace del silencio de la muerte, como la primavera brota desde el silencio del invierno.

La Resurrección, la gran noticia todavía desconocida para muchos. La Resurrección la gran noticia con escasa incidencia en la vida de la humanidad, en la vida incluso de muchos cristianos.

Quizás necesitamos ponderar el valor de la mujer. Quizás necesitamos escuchar el rumor de las fuentes de la vida junto a la mujer. A una mujer que todavía no tiene el protagonismo que merece, en nuestra sociedad, sujeta todavía a un tanto por ciento de cuotas de participación.

El Creador modela la nueva vida en su seno. Hay una estela especial en el seno de la mujer.

Y a partir de la resurrección una estela divina también en el interior de cada creyente: templo del Espíritu de Jesús.

Las fuentes de la vida y del amor residen en el corazón de los creyentes. Para buscar las cosas de arriba, que son también las de abajo. Buscar la cosas de arriba, pasando por abajo haciendo el bien. Haciendo de nuestra existencia un generoso servicio a la vida que es un servicio de unidad y reconciliación.