16 de enero de 2012

LECTIO DIVINA

Salmo 26[25]

1 Hazme justicia, Señor, que camino en la inocencia;
confiando en el Señor no me he desviado.

2 Escrútame, Señor, ponme a prueba,
sondea mis entrañas y mi corazón;
3 porque tengo ante los ojos tu bondad,
y camino en tu verdad.
4 No me siento con gente falsa,
no me junto con mentirosos;
5 detesto las bandas de malhechores,
no tomo asiento con los impíos.

6 Lavo en la inocencia mis manos,
y rodeo tu altar, Señor,
7 proclamando tu alabanza,
enumerando tus maravillas.

8 Señor, yo amo la belleza de tu casa,
el lugar donde reside tu gloria.
9 No arrebates mi alma con los pecadores,
ni mi vida con los sanguinarios,
10 que en su izquierda llevan infamias,
y su derecha está llena de sobornos.
11 Yo, en cambio, camino en la integridad;
sálvame, ten misericordia de mi.
12 Mi pie se mantiene en el camino llano,
en la asamblea bendeciré al Señor.

Ideas generales sobre el salmo

El salmo presenta un juicio de apelación. Un hombre, quizás un levita, acusado en falso, apela al tribunal de Dios en el templo. Viene a ser un acto de confianza en Dios juez. La conciencia no me acusa de nada grave, diría el acusado, pero a pesar de eso me someto al juicio de Dios.

La conducta se manifiesta en actos externos, que se pueden constatar, aunque siempre queda una zona escondida de actitudes, intenciones, que el hombre no logra conocer o dominar, y que ahora somete al juicio de Dios.

Prov 20,27 dice: «el espíritu humano es lámpara del Señor que sondea lo íntimo de las entrañas». Pero hay otros: Prov 16,2: «a uno le parece limpia su conducta, pero es el Señor quien pesa las conciencias». Prov 21,2: «al hombre le parece recto su camino, pero es Dios quien pesa los corazones». O el salmo 19,13.

Presenta el perfil de los malvados con varios nombres: perversos, mentirosos, malhechores… El perfil del salmista podría sonar como autosuficiencia, pero el conjunto no da esta impresión. Su protesta más bien es la necesidad de que su conciencia sea refrendada por Dios. Quizás se refiere más a una honradez sustancial, sin delitos graves.

Un texto paralelo podría ser 1Cor 4,3-4

Esta purificación previa es necesaria para participar en el culto.

Leer

Hacer una lectura del salmo a la luz de las ideas generales, considerando cómo viene a ser tu propia conducta como persona religiosa. Considera también los adversarios, o circunstancias, que te acechan en tu vida de fe. Situaciones positivas o negativas que te lleva a vivir, una vida de confianza en el Señor.

Meditar

v. 1 Empieza mostrando la confianza en el Señor, que no se apoya en su conducta, sino que, fiel a la Alianza, se fía de Dios. Por eso no se ha desviado. «…seguro que te libraré y no caerás a espada, salvarás tu vida, porque confiaste en mi» (Jer 39,18) La fe es una confianza plena en Dios fruto de una relación personal viva, y consciente de que sin él nada podemos hacer. «El que se fía de si mismo es un necio». (Prov 28,26) Son muchos los textos de la Escritura que nos hablan de la confianza en Dios: Sal 12,6; Sal 21,5-6; Sal 35,11; Is 42,6-9; Is 51,1-2.

«Quien piensa rectamente de Dios y le busca con un corazón sencillo, a éste Dios se le muestra como se mostró al ciego de nacimiento» (San Cirilo de Alejandría)

v. 2 Al hombre solo puede juzgarlo Dios, que conoce su interior, un espacio a donde no llega nunca la mirada humana: «No te fijes en las apariencias… Dios no ve como los hombres, que ven la apariencia. El Señor ve el corazón» (1 Sam 16,7). Por esta mirada parcial, superficial, es por lo que el hombre no debe juzgar, ni siquiera a sí mismo. Más bien tener la preocupación de abrir el corazón. De tener la mirada inclinada hacia el espacio interior donde «se mueve» Dios (cf. Sal 138).

v. 3 La bondad de Dios se ha manifestado en su misterio revelado en la Palabra. Aquí encontramos la verdad auténtica del hombre y de Dios. Y meditando esta Palabra asiduamente, nuestros pasos tienen siempre la luz del Señor. Así afirma Eusebio de Cesarea: «Yo tengo siempre ante ojos tu misericordia, y me esfuerzo por ser leal a Ti». O como comenta Paul Claudel: «tengo un espíritu grande abierto a tu Verdad».

v. 4-5 Los verbos «sentarse» y «caminar» nos recuerdan también el salmo 1. Quien camina bajo la luz del Señor, de su Palabra, pone su vida siempre a la luz del día. Dice Isaías: «¡Ay de los que ocultan sus planes para sustraerlos al Señor! Actúan en la oscuridad y dice: nadie nos ve, ninguno se entera» (29,15). Prov 22,17s nos invita a «escuchar las sentencias del sabio, y guardarlas…»

v. 6-7 Referencia al culto que aparece con cierta profusión: ritos, palabras, actitud; lavatorio y procesión, alabanza y relato, amor a la casa de Dios. Es la invitación de Isaías: «Lavaos, purificaos, apartad de mi vista vuestra malas acciones. Dejad de obrar el mal y aprender a obrar el bien» (1,16).

Escribe san Cirilo de Jerusalén: «las manos son el símbolo de la acción; al lavarlas sugerimos la pureza de nuestros actos». Necesitamos de esta purificación para volvernos a entablar un diálogo con Dios. Es un rito con el que algunos días comenzamos la Eucaristía.

v. 8 La belleza de esta casa la contemplamos en el mundo de la creación; la belleza de esta casa Dios la quiere también en el corazón del hombre. La belleza es un indicio de la presencia de Dios, que se ha manifestado de una manera especial en nuestra naturaleza asumida por el Verbo de Dios. En este sentido escribe Juan Pablo II en su Carta a los Artistas: «El desarrollo de la belleza ha encontrado su savia en el misterio de la Encarnación. En efecto, el Hijo de Dios, al hacerse hombre, ha introducido en la historia de la humanidad toda la riqueza evangélica de la verdad y del bien, y con ella ha manifestado también una nueva dimensión de la belleza, de la cual el mensaje evangélico está repleto» (nº 5)

v. 9-10 El salmista pide no verse envuelto con los pecadores. «Que no destruya el inocente con el culpable, lo cual no es propio de Dios» (Gen 18,24). «Dios no quiere que nadie perezca, quiere que todos tengan tiempos para enmendarse» (2Pe 3,8s).

v. 11 El salmista al decir esto no se apoya en sí mismo sino en Dios, por ello le pide que tenga misericordia de él. En esta línea se expresa san Pablo: «Si de algo estamos orgullosos es de que nuestra conciencia nos asegura que nos hemos comportado e todo lugar…con la sencillez y sinceridad que Dios nos ha dado, es decir, que nuestro comportamiento ha sido fruto de la gracia y no de la humana sabiduría» (2Cor 1,12).

«Quien pronuncia estas palabras (v.11) guarda con amor la paz de su alma», dice Orígenes.

v. 12 «Tener firmes los pies» es una expresión de seguridad total, especialmente interna. «Me levantó de la charca fangosa; afianzó mis pies sobre roca y aseguró mis pasos» (Salm 40,3). Es la seguridad que encontramos en Dios, y no en nosotros mismos. Por ello conviene recordar la Escritura: «El que crea estar firme, tenga cuidado de no caer» (1Cor 10,12)

Orar

«Hazme justicia, Señor, pero enséñame a obrar con justicia;
sondea mi corazón, pero hazme atento a tus movimientos
en mi corazón.
Me acerco a tu altar para proclamar tus alabanzas,
ábreme los labios para contar tus maravillas.
Sedúceme con tu belleza, la belleza del Crucificado,
que camine cada día bajo la luz de la Belleza
y mi boca te bendiga, y cante la gloria y belleza de tu nombre.
Porque Tú eres bueno y amigo de los hombres. Amén».

Contemplar

En la soledad, y en el silencio, deja que vengan a tu mente los puntos del salmo que más conmovieron, e intenta detenerte en ellos.