8 de enero de 2012

LA CARTA DEL ABAD

Querida Mª Luisa:

Me dices en tu carta que «mi felicitación para ti van a ser silencios, del color de la esperanza». Verdaderamente el silencio es una buena felicitación. El silencio es un camino de felicidad. La felicidad es un estado de ánimo positivo, en el cual uno se encuentra bien, a gusto, porque se posee un bien, o estás en unas circunstancias que dan sentido y sabor a tu vida, o en camino de conseguirlo. En esperanza. Yo creo que estar en camino, estar caminando, es felicidad. Porque ya posees en tu corazón lo que buscas, lo que te hace caminar. «La esperanza no defrauda, porque el amor que Dios nos tiene inunda nuestros corazones» (Rom 5,4). Y es este amor el que nos mueve a hacer camino. Lo podría decir con otra frase: «Busco a Dios, porque ya lo he encontrado. Y esta experiencia me llena, da sentido a mi existencia».

Pero además me das otra motivación: «apareció la bondad, ternura y el amor de Dios en Jesús» (Tit 3,4). Apareció en el silencio de la noche. Apareció en el silencio de la noche de los hombres. Aquella noche que empieza a iluminar la luz del Bautista. Una luz que irá apagando mientras irá creciendo la de Jesús. Una luz que viene para la noche de las naciones; una luz que viene para la noche de los ciegos, para la noche de los cautivos.

Una luz que viene para nuestras noches, pero debo aceptar el silencio de la noche. Esto no siempre es fácil. Porque no aceptamos la noche, a no ser que sea una noche de fiesta, de música y danza. Noches que no saben del silencio.

Es preciso aceptar la noche. La noche silenciosa. Hay una gran variedad de noches silenciosas en la vida de los hombres. Es preciso aceptar la noche silenciosa, esa noche, cuyo silencio te pone ante ti mismo. Ante tu pobreza, tu vacío. Pero también ante tu esperanza. Es necesario entrar en esta caja del silencio, donde solamente esa palabra, esperanza, como fino cuchillo, abre una rendija a la luz. Por aquí volverá a aparecer la bondad, la ternura y el amor de Dios, porque Dios siente el vértigo ante el vacío humano. Dios es todo. Es todo bondad, todo ternura, todo amor; no puede derramarse sino en un vacío total. Este Dios celoso que no tiene rival. Igual que en un principio todo era caos informe, vacío, y su Palabra derramada empieza a ser luz, sonido, vida, también ahora, en el caos de una vida humana informe, vacía, vuelve a derramarse como bondad, ternura y amor.

Mª Luisa, yo diría que nosotros los amigos de Dios, un Dios que abre y ofrece su amistad a todos los hombres, estamos llamados a preparar los caminos. Llamados a hacer muchos silencios, y también a practicar mucho esa bondad, ternura y amor, que llevan el sello de Dios. El corazón de todos los hombres lleva el sello de Dios. Pero no todos timbran la carta. Un abrazo,

+ P. Abad