22 de enero de 2012

LA CARTA DEL ABAD

Querida Carmen:

Yo creo que el lenguaje del evangelio es preciso, claro. Por ejemplo cuando Jesús empieza su vida pública, lo hace con pocas palabras y gestos expresivos: «Convertíos, y creed la Buena Noticia». «Convertíos». Es un lenguaje claro: hay que dar la vuelta y volverse hacia otro horizonte. ¿qué horizonte?: el de la Buena Noticia. ¿Y cual es esta Buena Noticia? Una persona, Jesús de Nazaret. Que en otra ocasión dirá: «Aprended de mí que soy manso y humilde de corazón».

Tú me dices en tu carta: «Siento que hoy necesita (la Iglesia) de otro lenguaje, con expresiones que lleguen a transmitir más comprensión y ayuda práctica, para conducir la vida en el día a día de cada momento, que hemos de asumir, para dar respuesta adecuada a la realidad humana que nos acompaña. Es preciso ser conscientes que las 7 familias (como yo llamó a los siete pecados capitales) están presentes y como fantasmas danzan constantemente en nuestro ambiente. No lo podemos ignorar, como tampoco podemos ignorar las siete virtudes que les acompañan. A menudo me pregunto como vivimos la ira, la soberbia…? Cómo hacer para alcanzar y experimentar la humildad, la templanza, la bondad».

Otro lenguaje, sí, pero más sencillo. Otro lenguaje, sí pero con menos palabras. Otro lenguaje, sí, pero con más gestos de vida.

La Iglesia, los creyentes, todos, nos movemos en la vida de cada día envueltos en muchas reuniones, muchos planes, documentos… ¿Qué hacer para llegar a los alejados, o a los jóvenes…? ¿qué hacer?, ¿qué hacer?

Nos preguntamos menos si dejo penetrar a Cristo en mi vida. Nos preguntamos menos si dejo que su Palabra resuene dentro, en mi corazón. Nos inquietamos menos si sus gestos van arraigando en mi vida, en mi corazón.

Es decir me tengo que preguntar si yo estoy vuelto hacia Cristo que pasa cada día. Si escucho su Palabra. Una Palabra que la sigue diciendo muy clara y fuerte, a través de los enfermos, de los pobres, de los desheredados y oprimidos de esta sociedad de privilegiados y excluidos. Cristo pasa cada día, y me trae una Buena Noticia. Pero no siempre mi buzón está abierto.

«Aprended de mí que soy manso y humilde de corazón». Es la imagen del Cristo que hoy necesita contemplar nuestra sociedad. Y si esta imagen no se perfila en mi vida mediante esos valores concretos de mansedumbre, humildad, paciencia, bondad… la danza de esas 7 familias de pecados capitales nos envolverá en su música y danza infernal y neutralizará la escucha de la Buena Noticia.

Yo creo que necesitamos despertar nuestra capacidad de escucha. Escuchar la vida, las personas. Dejarnos mirar por ellas. Que esta mirada nos llegue al corazón. ¿Y, después?. Pues, quizás, intentar vivir lo que dice un filosofo de la alteridad: «desde el instante mismo en que el otro me mira, yo soy responsable de él… Y es que esta responsabilidad con el otro es anterior a cualquier compromiso».

Gracias, Carmen, por tu carta, que también llevaba aromas de jardín, perfumado con las olas del Mediterráneo, y sugerencias de paz para inquietar nuestro corazón. Un abrazo,

+ P. Abad