27 de junio de 2010

DOMINGO XIII DEL TIEMPO ORDINARIO (C)

LA BELLEZA DE LA PALABRA DE DIOS EN LA HOMILÍA
1Re 19,16.19-21; Salm 15,1-2.5-11; Gal 4,31-5,1.13-18; Lc 9,51-62

Reflexión: Seguir a Cristo

"Seguir a Cristo"… Esta es la tarea del cristiano. El cristiano es otro Cristo. Al principio de la vida de la Iglesia se les llamaba "los discípulos del Camino". La vida cristiana es, pues, sencillamente un "seguimiento" de Cristo.

La primera palabra de Jesús a los discípulos que elige es esta: ¡Seguidme! Porque, como recuerda Jesús en el mismo evangelio, no son los discípulos quien eligen al Maestro sino que es Jesús quien les llama. A Simón y Andrés, a Santiago y Juan, a Mateo… Su palabra llena de autoridad provoca la adhesión.

Después permanecerán con él, que les irá iniciando progresivamente en su misión y en el misterio de su persona. Porque no se trata sólo de aprender unas doctrinas, sino compartir un destino con la persona de Jesús. Les va a exigir una renuncia total; a las riquezas, a la seguridad, al abandono de los suyos. Una respuesta radical, como nos sugiere también el evangelio de este domingo. Tendrán que seguir a Jesús hasta la cruz. Es decir llegar a vivir, como Cristo, al amor hasta el extremo. «Si alguien quisiere venir en pos de mí, renuncie a sí mismo, tome su cruz y sígame» (Mt 16,24). Jesús, exigiendo a sus discípulos tal sacrificio, no sólo de los bienes, sino también de su persona, se revela como Dios y acaba de revelar hasta dónde van las exigencias de Dios. Seguir a Cristo, estar cerca de él, para imitarle, creer en él, es decir mantener una relación viva con su persona.

Para Pablo, seguir a Cristo es conformarse con él en su misterio de muerte y de resurrección. Esta conformidad, a la que estamos predestinados por Dios desde toda la eternidad (Rom 8,29), se inaugura en el bautismo (Rom 6,2ss) en nuestra incorporación a su misterio de vida, y debe profundizarse por la imitación (1Cor 11,1), mediante una permanente actitud de acogida de su palabra, de sus gestos, de su persona; vivir con él la comunión voluntaria en el sufrimiento, en medio del cual se despliega el poder de la resurrección.

Según Juan, seguir a Cristo es entregarle la fe, una fe entera, fundada en su sola palabra y no en signos exteriores (Jn 4,42), fe que sabe superar las vacilaciones de la sabiduría humana (Jn 6,2.66-69); es seguir la Luz del mundo tomándola por guía (Jn 8,12); es situarse entre las ovejas reunidas en un solo rebaño mediante el único pastor (Jn 10,1-16).

Finalmente, el creyente que sigue a los apóstoles (Hech 13,43) comienza así a seguir a Cristo «dondequiera que va» (Ap 14,4 Jn 8,21s) hasta penetrar en pos de él, «en el otro lado del velo, donde entró él como precursor» (Heb 6,20). Entonces se realizará la promesa de Jesús: «Si alguien me sirve, sígame, y donde yo estoy, allí estará también mi servidor» (Jn 12,26).

Palabra

«Eliseo mató la yunta de bueyes…ofreció de comer a su gente… Y se marchó tras Elías». Una llamada profética con una respuesta pronta, sin dilación de Eliseo. Una respuesta radical, aunque leyendo el evangelio observamos que la radicalidad total viene a través de la llamada de Dios a través de Jesucristo: "Deja que los muertos entierren a los muertos".

«Cristo nos ha liberado para vivir en libertad». Cristo llama a las personas a "ser ellas mismas". La educación de Dios empieza en el interior de las personas, porque el amor no se impone desde fuera, sino que gana el corazón y se mueve con suavidad y fuerza desde dentro abierto a la colaboración de la misma persona. El amor siempre conlleva un respeto profundo al otro.

«Vuestra vocación es la libertad. Una ley que se concentra en el "amarás a tu prójimo». Una vocación que se desarrolla a partir de los deseos del espíritu, de la sabiduría del espíritu, que debe llevar a proyectarnos hacia los demás con sumo respeto, ayudándoles también a ser ellos mismos. Podríamos recordar el axioma de san Agustín: "Ama y haz lo que quieras".

«Señor, ¿quieres que hagamos bajar fuego del cielo que acabe con ellos?». Este sería un placer muy gratificante para muchos que se dicen "cristianos". Creo que hay hoy día muchos cristianos "incendiarios". No han llegado a comprender que el fuego no debe bajar del cielo. Ya bajó. Dejó la hoguera encendida, para que los que le siguen tomen este fuego y lo trasladen hasta el corazón de los demás. Los que sean.

Sabiduría sobre la Palabra

«De igual forma que sucede con el cuerpo humano, el cristiano debe ser conocido como cristiano en todo su ser; debe, pues, testimoniar, teniéndolos como rasgos de su vida, todos aquellos bienes que existen en Cristo. Pues si según una parte eres tal y como lo exige el nombre de Cristiano, pero en otra te inclinas a lo contrario, no harás otra cosa que dividirte, haciendo las veces de enemigo de ti mismo, concitando en ti por la virtud y el vicio tal guerra civil, que de ninguna forma podrás estar en paz ni reconciliado contigo mismo. Pues, como dice el Apóstol, ¿qué comunidad hay entre la luz y las tinieblas?» (Gregorio de Nisa, Sobre la vocación cristiana, 15)

«Cristo es el centro de la historia y de todas las cosas, nos conoció y nos ama, compañero y amigo de nuestro vivir, varón de dolores y de esperanza; el que ha de venir de nuevo y ha de ser, finalmente, nuestro juez y, según confiamos, también nuestra plenitud y nuestra bienaventuranza. Cristo es el principio y el fin, el Alfa y Omega, rey del mundo nuevo, la razón oculta y suprema de la historia humana y de nuestra suerte futura; él es el mediador y como un puente trazado entre la tierra y el cielo; en sumo grado, más que todos, es el más perfecto Hijo del hombre, porque es Hijo de Dios, eterno, infinito e Hijo de María, la bendita entre todas las mujeres, madre suya según la carne y madre nuestra por comunión con el Espíritu del Cuerpo místico». (Pablo VI, Homilías)