26 de marzo de 2012

LA ANUNCIACIÓN DEL SEÑOR

SOLEMNIDAD TRASLADADA

Homilía predicada por el P. José Alegre, abad de Poblet
Is 7,10-14; Sal 39,7-11; Hebr 10,4-10; Lc 1,26-38.

En una homilía con motivo de esta solemnidad decía Benedicto XVI: «En la segunda lectura hemos escuchado la estupenda página en la que el autor de la carta a los Hebreos interpreta el salmo 39 precisamente a la luz de la encarnación de Cristo: "Cuando Cristo entró en el mundo dijo: ‘Aquí estoy, oh Dios, para hacer tu voluntad'" (Hb 10,5-7). Ante el misterio de estos dos "Aquí estoy", el "Aquí estoy" del Hijo y el "Aquí estoy" de la Madre, que se reflejan uno en el otro y forman un único Amén a la voluntad de amor de Dios, quedamos asombrados y, llenos de gratitud, adoramos. ¡Cuánta luz podemos recibir de este misterio para nuestra vida de ministros de la Iglesia!»

Necesitamos esta luz, ya que nuestra preocupación primera debe ser que también nuestro Amen coincida con el Amen de Cristo y su Madre María. Que nuestra voluntad sea un amen permanente a la voluntad de Dios. La importancia queda muy clara en la Regla, que repite con frecuencia lo de poner de acuerdo nuestra voluntad con la de Dios:

Renunciando a tus deseos
Aburrir la propia voluntad
Abandonando sus cosas y renunciando a la propia voluntad, dejando lo que tienen entre manos….
El segundo grado de la humildad cuando uno no se complace en satisfacer sus deseos, no estimando su propia voluntad
En concreto en el Prólogo, y en los capítulos 1, 3, 4, 5, 7, 33, 49.

Para que nuestro Amen coincida con el de Cristo necesitamos conectarnos con el Manantial divino que fluye por un canal privilegiado: la Virgen María. San Bernardo nos habla de este acueducto: «La vida eterna es la fuente inagotable que riega toda la superficie del paraíso. Más aún, la fuente embriagadora, la fuente del jardín, el manantial inagotable que fluye impetuoso, el correr de las acequias que alegra la ciudad de Dios. ¿Y quién es esta fuente de vida sino Cristo el Señor. Las aguas de esta fuente han sido canalizadas hasta nosotros, a través de Santa María, la llena de gracia» (cf. Sermón sobre la Natividad de la Bienaventurada Virgen María).

El Amén de María provoca inmediatamente todo un movimiento de servicio a los demás, como un instrumento de la voluntad divina, que se anonada a si misma para transmitirnos toda una fuerza de vida. Benedicto XVI, comenta a este respecto: «Lo primero que hizo María después de acoger el mensaje del ángel fue ir "con prontitud" a casa de su prima Isabel para prestarle su servicio (cf. Lc 1,39). La iniciativa de la Virgen brotó de una caridad auténtica, humilde y valiente, movida por la fe en la palabra de Dios y por el impulso interior del Espíritu Santo. Quien ama se olvida de sí mismo y se pone al servicio del prójimo».