18 de marzo de 2012

LA CARTA DEL ABAD

Querido Ramón:

La gente mayor, a medida que van sumando años, se convierten en verdaderos y grandes almacenes de recuerdos de todo tipo, que al narrarlos giran sobre sí mismos, como en una enorme circunferencia. Tú, Ramón, rompes el círculo y das la impresión de apostar por un espiral que quiere perderse siempre en el futuro. Te contemplo como un hombre libre y apasionado por la luz, la libertad. Estos sentimientos me nacen cuando releo en tu carta este interesante párrafo: «Tenían miedo de perder el “atar”, y ahora se encuentran con un “nudo” fenomenal, que impide a la gente joven ver a Jesucristo, comprensivo con todos nuestros sentimientos, porque se hizo hombre. ¡Demos vueltas al corazón! Todas las Ciencias, a medida que las vamos conociendo son también una “Revelación” de su supremo poder y energía, y su amor hacia nosotros. ¡Demos vueltas al amor!»

«Tenían miedo». ¿Acaso puede tener miedo un cristiano, cuando sabe que Dios «ha amado tanto al mundo que le ha dado a su propio Hijo, para que tenga vida eterna»? Pues parece que en ocasiones, tenemos miedo. Y «quien tiene miedo no está realizado en el amor» (1Jn 4,18).

¡Perder el «atar»! No tenemos que atar a nadie sino ser impulsores de libertad, deshacer «nudos». Pero esto exige una preparación. Una preparación que nos la proporciona el amor. El amor, que nos hace experimentar la sensibilidad de Dios, conmigo y con todo lo humano, la sensibilidad de un Dios que no manda a su Hijo a condenar, sino a salvar, un Dios que manda a su Hijo con un mensaje de amor y de reconciliación.

Quizás no hemos llegado todavía a penetrar en el corazón de Dios. Habrá que dar la vuelta al corazón. Girar el corazón. Verdaderamente, tenemos necesidad de conversión, una conversión que no es fruto de unos propósitos, sino de buscar un encuentro con Dios. Si realmente busco ese encuentro con Él, mi corazón va cambiando y viviendo la vida, en todas sus circunstancias, con seguridad. Una seguridad interior. Dios está siempre atento a colaborar con su luz, una luz que me envía Dios a través de su Hijo. Necesito abrir cada día el evangelio y contemplar como ilumina la Luz, como derrama permanentemente luz sobre las tinieblas.

Quizás no llegamos a comprender el amor. Damos la impresión de que el amor es tener al otro sometido a nuestro deseo, tenerlo pendiente de mi. Llegar al corazón del otro para «tomar posesión de él», quizás no hemos llegado a descubrir que el camino de Dios tiene algún matiz diferente: Dios nos quiere pendientes de Él, Dios nos quiere sometidos a Él. Por esto Dios se reviste de nuestra naturaleza para con nuestra misma carne y sangre, con nuestra voz humana, con una sensibilidad finísima, introducirse en nuestro corazón y potenciar desde allí toda una inmensa capacidad de amor, que será una respuesta al Dios amor, pero pasando con profunda alegría y plena libertad por la vida de las cosas y de las personas, como un canto vibrante de primavera.

Tenemos que dar vuelta al corazón; solo así daremos vueltas al amor. Un abrazo,

+ P. Abad