4 de diciembre de 2011

LA CARTA DEL ABAD

Querida Conchita:

Leo en la Sagrada Escritura: «No perdáis de vista una cosa: para el Señor un día es como mil años, y mil años como un día». Yo creo que esta forma de contar los días o de medir el tiempo va unido a una virtud muy necesaria hoy día: la paciencia. Por eso también añade la Escritura: «Dios no tarda en cumplir su promesa. Lo que ocurre es que tiene mucha paciencia, porque no quiere que ninguno perezca».

Son palabras estas que vienen a dar luz a otras tuyas que me pones en tu carta: «Me cuesta comprender y aceptar que los seres humanos, no tengamos tiempo para compartir con las personas que queremos y llamamos amigas. Vivimos en una sociedad que está llena de prisas, que a mi no me gusta nada, y que me da mucha pena; pero al final acepto porque no hay otro remedio. Estoy cansada de llamar a alguien que quiero, intentar quedar para charlar un rato, y escuchar: lo siento, no puedo. te llamo en otro momento. Y pueden pasar meses y meses sin dar señales de vida. Una cosa tengo clara, si me llaman a mí, siempre tengo tiempo, y espero seguir teniéndolo».

Pues así vivimos, Conchita, con tantas prisas que no vivimos, que no tomamos el sabor del tiempo. Solamente vivimos para «hacer» cosas. Y las cosas no llenan el corazón, por lo cual tenemos necesidad de sustituirlas por otras nuevas. Y esta permanente sustitución de unas cosas por otras nos agota, nos hace perder el sabor de la vida, del tiempo.

Es necesario llevar otro reloj, utilizar otro calendario. Nos vendría bien ser un poco como ese niño del que escribe el poeta Peguy: «No conozco nada tan hermoso en el mundo, dice Dios, como un nene mofletudo, atrevido como un pajarillo, tímido como un ángel, que dice veinte veces "buenos días" y veinte veces "buenas noches", saltando, riendo y divirtiéndose. No le basta una vez. Necesita más. Naturalmente. Necesita decir "buenos días" y "buenas tardes". Nunca tiene bastante. Para ellos la vigésima vez es como la primera. El cuenta como Yo. Así cuento yo las horas».

Así es nuestra vida de adultos, Conchita. Necesitamos ganar dinero. Para hacer cosas, para tener más cosas. Y ya no nos queda tiempo para nada más. Así recogemos a los ancianos en residencias, y llevamos a nuestros hijos a guarderías. Tú quieres quedar con alguien para «charlar un rato», para tener el gusto, el sabor de una conversación, donde se puede escuchar la vibración apasionante de la vida, donde podemos saber más del misterio de la vida, y hacer que tome más fuerza e impulso nuestra imaginación.

Yo creo que esto difícilmente llega a realizarse en la pareja, sea matrimonio, o novios, y difícilmente llega a ser realidad entre padres con sus hijos. Las personas, o, mejor, los adultos están ocupados en cosas más importantes: contar las cosas, contar el dinero. ¡matemáticas aburridas!

«Charlar un rato» con un amigo, conversar con un niño. es aprender a contar las horas como lo hace Dios. Es gustar el sabor del tiempo. Conchita, no pierdas tu capacidad de soñar. Es uno de los dones más hermosos que hemos recibido. Un abrazo,

+ P. Abad