27 de noviembre de 2011

LA VOZ DE LOS PADRES

TEXTOS PARA EL ADVIENTO
Domingo 1º de Adviento (Año B)

San León Magno, Homilía 5 sobre el Adviento
Todo lo que producen los cereales, las viñas y los árboles para el uso del hombre, todo procede de la gran liberalidad de la bondad divina, la cual, variando la cualidad de los elementos, ayuda piadosamente a los inciertos trabajos de los agricultores, de modo que los vientos, las lluvias, el frío y el calor, los días y las noches, sirvan para nuestra utilidad. No sería suficiente el ingenio humano para los efectos de sus obras si Dios no diese el crecimiento a las plantaciones y los acostumbrados riegos. De aquí que sea piadoso y justo que de aquello que el Padre misericordiosamente nos ha concedido, ayudemos a los otros. Son muchos los que no tienen campos, ni viñas, ni árboles, cuya pobreza ha de ser remediada por la abundancia que Dios otorgó, a fin de que también ellos, juntamente con nosotros bendigan a Dios por la fecundidad de la tierra y se alegren de que haya sido dada a los que la poseen, y así, en cierto modo, se hacen comunes también a los pobres y peregrinos.

Feliz es el granero y digno de que se multipliquen todos sus frutos si de él se sacia el hambre de los necesitados y débiles, si se satisface la indigencia del peregrino y se restablece el deseo del enfermo.

Aunque todos los tiempos son oportunos para estas obras, este es principalmente apto y conveniente, en el cual nuestros santos padres, divinamente inspirados, establecieron el ayuno del mes décimo, para que, una vez recogida la cosecha de todos los frutos se ofreciese a Dios una espiritual abstinencia y cada cual recordase que ha de usar de la abundancia de tal modo que para sí use la moderación y pródigo para los pobres.

La parte de la fortuna temporal que se da a los pobres se convierte en riquezas eternas.