25 de diciembre de 2011

LA CARTA DEL ABAD

Querido Juan:

He recibido tu preciosa felicitación de Navidad. Me ha encantado. Me llena de alegría el corazón. La tengo siempre cerca de mí. Como un punto de libro. Yo diría del «libro del corazón». Y, con todo, una felicitación sencilla:

Tamaño de una postal. Llena de cuadros, espirales, circunferencias de color muy vivo… Salpicada de líneas diversas, rectas, curvas, la «mancha» de algún árbol… Todo entrecruzado de verde, mucho verde, como una sugerencia urgente de caminos. Un regalo para la vista… Y dos palabras. Solo dos palabras que desde mi mente de adulto sugieren un juego importante de la vida. Las dos palabras en catalán, escritas por ti. Y es en catalán como se entiende este juego: una primera palabra «pua» (en castellano, también se dice «púa», o pincho). De la «u» sale una línea, recta y curva, que acaba en el extremo con una flecha, señalando la segunda palabra: «pau» (en castellano, «paz»).

Joan, gracias por esta felicitación navideña, llena de imaginación, imaginación viva, llena de color. Es la imaginación que nos falta con excesiva frecuencia a los adultos. Nosotros hacemos felicitaciones más serias, con textos que todos nos sabemos, que leemos con prisa, o no leemos, al ver repetido el texto del año anterior. En una palabra, que son felicitaciones que no llegan a invitarnos a una Navidad feliz.

Tu felicitación si que es una invitación a vivir una Navidad feliz. Mejor: a hacer una Navidad feliz. Y esto depende de nosotros. Porque Dios ya nos preparó una Navidad feliz, haciéndonos una casa llena de vida y de colores vivos como los pintas tú. Pero los hombres por las habitaciones de esta casa llena de colores y de vida fuimos poniendo «púa», y claro se camina mal y se vive peor cuando vamos por caminos de pinchos, de púas, y tú nos sugieres este juego de cambiar las letras de la palabra y escribir la palabra “paz” (pau) por las habitaciones de nuestra casa.

Y este juego es el que nos viene a recordar la Navidad, año tras año. Navidad es «Dios-con-nosotros»; pero si estamos separados por tantos pinchos, tantas «púas» no podemos tener la paz, que es la cuna donde necesita recostarse Dios, nada más nacer en medio de la belleza de la Creación, que Él mismo trabajó para nosotros los hombres, sus hijos. Esa paz que los mismos ángeles del cielo cantaron aquella Santa Noche.

Muchas gracias, Joan, por recordarme que la Navidad necesita de mucha imaginación. ¡Llegar a imaginar el amor de Dios!; lleno de tanto amor que sobre su vestido divino viene a ponerse nuestro vestido humano, para empezar a limar, los pinchos, las púas, por los caminos de los hombres, y a saludar con la palabra que es la primera piedra de la casa de la Navidad.

Gracias, Joan por recordarme, que la Navidad quizás no sea sino un juego, un juego que nos pide mucha imaginación, mucha generosidad… Y quizás las personas adultas, somos ya demasiado adultas para ciertos juegos. Y sin embargo, hoy más que nunca, necesitamos, urgentemente, este juego de la Navidad.

Muchas gracias, Joan. Un abrazo de tu amigo,

+ P. Abad