13 de noviembre de 2011

LA CARTA DEL ABAD

Querido Carlos,

Recibí tu carta en la que muestras una continua preocupación de dar pasos en un camino de progreso espiritual: «Ambicionad los dones más valiosos (1Cor 12,31). En medio de las dificultades que comporta la vida cotidiana en el mundo, continúo aspirando a esa consagración, camino del don más excelente: el amor. Querría decirle que estoy en el camino, no es una mera fantasía». El deseo es siempre un estar en camino; porque el deseo siempre provoca un dinamismo de nuestra persona para alcanzar aquello que consideramos bueno para nuestra vida, o por el contrario terminamos por abandonarlo y dejarlo; pero en este caso, la persona se moverá por otro deseo nuevo. Yo creo que no puede faltar este dinamismo vital, que supone el deseo, en nuestra existencia.

Lo importante es descubrir en nuestro deseo la fuente del progreso y del enriquecimiento espiritual. Algo así nos sugiere Ramon Llull en el Libro del Amigo y del Amado: «El Amigo decía a su Amado si había todavía alguna virtud de Él que no amaba. Y el Amado le respondió que todo lo que podía multiplicar su amor en el Amigo estaba todavía por amar».

Descubrir y vivir nuestra vida en el marco del deseo, o en el marco de un progresivo amor, lleva a poner delante de nosotros un horizonte permanente de esperanza, y la fuerza o la ilusión de actualizar todos los recursos de nuestra personalidad que son muchos, y diversos en cada persona.

Es también lo que nos descubre el evangelio cuando nos habla de la parábola del amo que confía sus bienes a unos administradores. Bienes diversos, según la capacidad de cada uno. Y no se trata de una carrera de competición, buscando estar por encima de los otros, lo cual solo sirve para alcanzar coronas que se marchitan o coronas de espinas que hacen daño. El amo quiere que pongamos en juego nuestra capacidad, que seamos conscientes de que tenemos unos recursos en nuestra persona, cuya actualización, o si quieres administración, es la fuente de la verdadera alegría, porque nos hace vivir la vida con un sentido profundo desde nosotros mismos.

Yo creo que para esto es el camino: para hacer un trabajo sobre nosotros mismos. Y aquí es donde deberíamos encontrar la fascinación del tiempo que Dios nos da. Un tiempo para trabajar mi persona y sacar de ella toda la riqueza que potencialmente tiene y que nos ha dejado el Amo, o el Amado, hasta que vuelva. Lo importante es hacer este trabajo con ilusión, con esperanza, con paz, viviendo y gozando con lo que tenemos en nuestras manos.

Me dices que estas en camino, y que no es mera fantasía. Eso es positivo. Saber que se está caminando, pero cuando caminamos también es hermoso, también es bello soñar. Soñar con el horizonte, y dejar también que nos envuelva alguna nube de fantasía. La imaginación no deja de ser también un don que hemos recibido. Y en el camino hemos de ejercitarnos en todo aquello que nos ayude a dar el mejor fruto en nuestra vida.

Agárrate a tu deseo, busca con fuerza el don más excelente. ¡Vive, sueña, camina! Un abrazo,

+ P. Abad