6 de noviembre de 2011

LA CARTA DEL ABAD

Querida Mª Luisa,

Recibí tu carta, como siempre llena de entusiasmo. Una carta escrita a mano que lleva siempre el mejor sabor del corazón. Tu corazón vibra, y a la vez vibra tu mano deslizándola con gozo a través de la blancura inmaculada del papel. Pero además hay otros motivos de gozo en tu escrito: «Doy muchas gracias a Dios por el don de la consagración religiosa contemplativa, por la vida de comunidad fraterna. Sabes que soy muy sensible y me cuesta renunciar, morir y entregarme totalmente al servicio de mis hermanas, aceptando a cada una como es. Sufro y procuro meterme pronto en la “celda interior”, amando al Amor. La Lectio me ayuda mucho. Son momentos de mucha intimidad con Jesús, y esto me produce paz y agradecimiento y, como no, gozo espiritual. Estoy en la etapa final de mi vida y he hecho la ofrenda a Dios de todo lo que pueda ocurrir en los años que Él quiera darme de vida. Estoy en sus manos».

Muchas gracias por este testimonio tan precioso, que también para mí es un verdadero estímulo para amar más mi vida religiosa, para renovar también mis esfuerzos en la búsqueda de Dios, que es, creo yo, la tarea más importante y más apasionante de una vida religiosa. Por otro lado creo que este extenso escrito de tu carta pone de relieve que permaneces en el esfuerzo de mantener encendida la lámpara en la espera del Señor. Estamos en la etapa final de la vida. Sí. Pero renovarse día a día en la consagración a Dios; cuidar la sensibilidad en la escucha de la Palabra del Señor, y en la relación con las hermanas de comunidad, es el «a,b,c» de la vida religiosa. Es estar esperando al Esposo con una buena reserva de aceite para la lámpara.

No es fácil hoy, y creo que nunca lo fue, la vida en una comunidad. Esto aparece hoy muy claro mirando a la sociedad. La comunidad familiar pasa por vivir graves problemas de relación y de convivencia: la relación entre los esposos, la de los padres con los hijos… en fin toda relación en un grupo humano sea de muchos o de pocos miembros. Es fácil ver esta problemática cuando se contempla tanta rotura y separación en las relaciones. Se puede pensar, y creo que muchos lo piensan, que en una comunidad religiosa es más fácil; que lo difícil es levantarse muy temprano, o vivir en clausura, o llevar una vida sobria en comidas u ocio… Pero no es así. Lo más difícil es llevar una vida seria, con una riqueza humana y espiritual en la vida comunitaria. Y si se considera que el sentido de la vida religiosa es buscar a Otro, es la búsqueda de Dios, en el seno de la comunidad, todavía se hace más patente lo principal y fundamental que es, por encima de todo lo demás, tener habitualmente una buena vivencia comunitaria, que es por donde debe pasar la búsqueda de Dios.

Esta es una sabiduría que se necesita hoy de manera especial. Una sabiduría que está a nuestro alcance, pero que también se nos exige desearla, buscarla, ejercitarnos en ella; nunca será algo que se nos impondrá desde fuera. Es un don, pero también se tiene que merecer, se tiene buscar, tengo que hacer un esfuerzo para que de alguna manera ilumine mis pasos.

Sor Luisa, muchas gracias por tu bello testimonio. Muy apropiado para quienes estamos en este mismo camino de consagración religiosa, pero también, por supuesto para quienes no lo están, pero que sin embargo les puede hacer mucho bien tomar nota de esos apunte preciosos de tu carta. Un abrazo,

+ P. Abad