27 de noviembre de 2011

LA CARTA DEL ABAD

Querido José Manuel:

Eres una persona optimista. Ya sabía de ello, en razón de nuestra amistad. Pero me lo confirma cuando, hablando por teléfono acerca de esta fatigosa cuestión de la crisis, me dices que ya pasará. Que hubo otras crisis muy fuertes en años pasados, como por ejemplo en los años 60 con la cuestión del petróleo. Y de todas va saliendo el hombre.

Es posible. Y quizás la historia nos muestra algo de esto. Que el hombre tiene siempre recursos para ir adelante en la vida. Pero también es cierto que tendríamos que mirar a qué precio va dando nuevos pasos, teniendo en cuenta que «es la persona del hombre lo que hay que salvar, la sociedad humana la que hay que renovar» (Gaudium et Spes 3).

Hoy el mundo está en una situación muy diferente de hace unos años. Vivimos en una dimensión más global. Cualquier suceso o acontecimiento, en el más alejado punto de nuestra residencia, nos afecta. Todo tiene una repercusión en todo. Y en todos. Es imposible «bajarse del tren» como decía alguien, o alejarse de esta "aldea global" en la que nos ha tocado vivir.

Por otro lado estamos configurando una vida en donde domina cada día más lo material. Los valores duros y puros que destila la materia, el tener… en detrimento de unos valores más humanos, de unos valores espirituales, que llevan a un índice muy bajo de cotización del hombre.

Cada día el ritmo de la vida se abre a senderos más vertiginosos, más inconscientes, diría yo también. Y esto es peligroso para la vida humana, en general.

«La propia historia está sometida a un proceso tal de aceleración que apenas es posible al hombre seguirla. El género humano corre una misma suerte y no se diversifica ya en varias historias dispersas. La humanidad pasa así de una concepción más bien estática de la realidad a otra más dinámica y evolutiva, de donde surge un nuevo conjunto de problemas que exige nuevos análisis y nuevas síntesis» (GS, 5).

Yo creo que en la Palabra tenemos siempre una oferta de luz, de sensatez, de vida auténtica. Esta Palabra nos dice: «Daos cuenta del momento en que vivís». No es fácil darse cuenta del momento cuando estamos sumergidos en el vértigo de la vida, donde apenas somos capaces de seguir la información diaria del mundo. Nos sigue diciendo: «Nada de comilonas, ni borracheras, nada de lujuria ni desenfreno, nada de riñas ni pendencias…».

Pues todo esto es lo que nos atrae. Ahora llega Diciembre y empezaremos a preparar la Navidad, precisamente con comilonas, desenfreno… en grupos de las más diversas instituciones: políticas, empresas, sociales, educativas…

¿Todo esto es malo, negativo? En si mismo yo diría que no. Pero me pregunto si todo esto es un arma de luz, que ayuda a arrinconar las tinieblas, la oscuridad de nuestras vidas, a configurar un clima social más amable.

Parece que algo de la luz del día se percibe, en una cierta conciencia de que tengo que ser más sobrio; de que tengo que ser más solidario. Pero esto ¿lo perciben los de arriba, quienes tienen el poder, los recursos?…, o ¿es ocasión de una nueva imposición a los de abajo para crear más pobreza, más sumisión?

La noche está avanzada, el día se echa encima. Pero el sol puede detenerse, y que el día llegue con retraso, o no llegue. José Manuel solo conduciéndonos como en pleno día, con dignidad, podemos acelerar ese nuevo día. Y solo aquí podemos encontrar la fuente de un verdadero optimismo. Un abrazo,

+ P. Abad