14 de octubre de 2012

LA VOZ DE LOS PADRES


TEXTOS PARA EL TIEMPO ORDINARIO
Domingo 28º del Tiempo Ordinario (Año B)

De los sermones de San Gregorio Magno, papa (PL 76,1233ss)
«Quien quiera venir en pos de mí, que se niegue a sí mismo». Debemos renunciar, pues, a nuestros bienes, incluso a nosotros mismos. Es difícil renunciar a los propios bienes, pero lo es aún más vaciarse de uno mismo. Renunciar a lo que tenemos nos afecta, pero renunciar a lo que somos nos afecta mucho más.

Pero, ¿qué quiere decir «vaciarnos»? Si nos vaciamos de nuestra propia persona, ¿dónde iríamos fuera de nosotros mismos? En nosotros hay un hombre arruinado por el pecado, y otro que ha construido la naturaleza: uno es obra nuestra, el otro es obra de Dios. Nos vaciamos, pues, de lo que ha hecho en nosotros el pecado, y nos quedamos con lo que Dios ha hecho de nosotros con su gracia.

Un orgulloso que se vuelve humilde porque se vuelve hacia Cristo: se ha vaciado de sí mismo. Un libertino que cambia de vida y domina sus pasiones: ha renegado de lo que era. Un avaro que renuncia a su avaricia, y se pone a distribuir sus riquezas en vez de acaparar las de otro: este, ciertamente, se ha vaciado. Sigue siendo él mismo como hombre, pero ya no es el mismo como pecador. Está escrito: «Así que los malvados se van, no queda ni rastro». Sí, porque una vez convertidos dejan de ser malvados, y no porque anulen su personalidad, sino porque renuncian al pecado que les hacía malvados.

Y nosotros nos vaciamos de nosotros mismos, renunciamos a nosotros mismos, cuando nos separamos de nuestro hombre viejo para tender hacia la vida nueva, a donde estamos llamados. Pensad cómo Pablo había renunciado a sí mismo hasta poder decir: «Vivo, pero ya no soy yo quien vivo». El perseguidor implacable estaba muerto, y el apóstol, el santo, había empezado a vivir. Dejemos decirle, sin embargo, de dónde le vienen las palabras inspiradas que proclama cuando enseña la verdad; Pablo añade inmediatamente: «sino que Cristo vive en mí». Lo que significa: con respecto a mí, he muerto a mí mismo, porque ya no vivo según la carne, pero soy un ser vivo, porque vivo en Cristo según el espíritu.

Dejemos, pues, que Cristo, que es la verdad, nos repita: «Si alguno quiere venir conmigo, que se niegue a sí mismo». Porque si no nos vaciamos de nosotros mismos, no podremos llegar a Aquel que está por encima de nosotros.