21 de octubre de 2012

LA CARTA DEL ABAD


Querida Pilar:

«Mantengamos con firmeza la fe que profesamos». Es una invitación que nos hace hoy la Palabra de Dios. No es una empresa fácil en estos tiempos.

En esta línea se expresa el Papa Benedicto cuando escribe, siendo Cardenal Ratzinger, en su libro Introducción al Cristianismo: «Empresa extraña y sorprendente. Es posible que tenga la sensación de que su situación está bien reflejada en el relato parabólico de Kierkegaard sobre el payaso y la aldea en llamas. En él se cuenta que un circo es presa de las llamas. El director del circo manda a un payaso que estaba listo para actuar, a la aldea vecina para pedir auxilio, ya que había peligro de que el fuego llegara a la aldea. El payaso corrió a la aldea y pidió a los vecinos que fueran lo más rápido posible hacia el circo que se estaba quemando para ayudar a apagar el fuego. Pero los vecinos creyeron que se trataba de un magnifico truco para que asistiesen a la función; aplaudían y hasta lloraban de risa. Pero al payaso le daban más ganas de llorar que de reír; en vano trató de persuadirlos y explicarles que no se trataba de un truco ni de una broma, que la cosa iba muy en serio y que el circo se estaba quemando de verdad. Cuanto más suplicaba, más se reía la gente, pues los aldeanos creían que estaba haciendo su papel de maravilla, hasta que por fin las llamas llegaron a la aldea. Y claro la ayuda llegó demasiado tarde y tanto el circo como las llamas fueron pasto de las llamas».

Necesitamos una fe viva que nos lleve a dar un testimonio que sea creíble, que no presentemos trucos ni bromas para atraer a nadie, sino «una fe —dice Benedicto XVI en su Carta Apostólica «Porta Fidei»—, que crece cuando se vive como una experiencia de amor que se recibe y se comunica como una experiencia de gracia y de gozo. Hace nuestra vida fecunda y se dilata el corazón».

Y esto me ha llevado a pensar en tu reciente carta donde me dices «que la felicidad está dentro de nosotros, en los pequeños detalles, en dar tiempo, cariño, paciencia, alegría y un sinfín de cosas. La mente es un utensilio, un arma, llámala como quieras, muy valiosa y poderosa sabiéndola utilizar bien; la fe otra herramienta. Sin fe, yo por lo menos no estaría donde estoy; en mis momentos duros que los tengo y muchos, si no fuera por la fe no sé qué haría. Me ayuda a dedicar parte de mi tiempo en ayudar a los demás, dedicarles minutos en escuchar cuando alguien me llama por estar angustiado o preocupado; llenar esos espacios de “ocio” que la mayoría de las veces son largos y aburridos, perdonar y pedir perdón, tantas y tantas cosas y tan sencillas».

En definitiva, Pilar, la fe, yo diría que es una vida, una fuerza interior de la vida, tú dices que está dentro de nosotros, que nos lleva a pasar como lo hizo Jesucristo «haciendo el bien y curando», vivir con una inclinación permanente a hacer de nuestra vida un servicio. Servir aquello que podemos dar y que pueden necesitar los demás, que posiblemente no van a ser grandes cosas, pero con toda seguridad sí que serán pequeños detalles, infinidad de los pequeños detalles de la vida, de esta vida que muchos la están viviendo en medio de sufrimiento, confusión y oscuridad.

Pilar, gracias por tu preciosa carta. Un abrazo,

+ P. Abad