20 de febrero de 2011

LA CARTA DEL ABAD

Querido Juan,

Primero muchas felicidades por tu nieta. Me dices que quisieras darle una parte del amor de «abuelo», para que junto con el amor de sus padres llegue a tener un amor lleno de paciencia, esperanza en el futuro…

Un nuevo ser que se incorpora al caminar de esta sociedad confusa, difícil, apasionante… Un matrimonio amigo hace unos años me comunicaron el nacimiento de su hija. La habían recibido con alegría, pero me mostraban su preocupación por el camino de su hija es este mundo tan desesperanzado.

Yo le decía a la madre que con el nacimiento de su hija el mundo era ya mejor, en el mundo había más ilusión, más esperanza, más amor… Lo mismo te digo a ti, aunque te muestras más entusiasmado que esa madre preocupada. Lo cual parece dar la razón a aquella expresión que decía una persona mayor, con un cierto tono de humor: «Yo si volviera a nacer, no querría ser padre, sino abuelo».

En cualquier caso es verdad la necesidad del amor en la vida de tu nieta. Un nuevo ser que viene al mundo es un fruto precioso del amor. Es una esperanza viva de amor. Es una nueva capacidad de amar que despierta a la vida en el mundo. Es un templo de Dios que esta llamado a mostrar la belleza del amor, que es donde encontramos el verdadero sentido de la vida.

Pero también un nuevo ser que viene al mundo es una llamada a la responsabilidad a quienes estamos en estos caminos de la sociedad contemporánea. Responsables en vivir lo que se espera de nosotros como templos de Dios, o como frutos del amor.

Somos responsables como personas humanas, y más todavía como cristianos, de incorporar a nuestra agenda la sabiduría del amor, que no es precisamente la sabiduría que brilla en el mundo, manipulada por otros alicientes. Y no siempre ni siquiera humanos.

El evangelio de Mateo (5,38-48) nos recuerda una sabiduría que parece estar muy arraigada en nuestro mundo: «ojo por ojo, diente por diente». Esta es la sabiduría de la confrontación, de la violencia, de la guerra, de la muerte… Por desgracia abunda bastante esta manera de hacer, o de comportarse. La sabiduría que necesitamos es la de hacer el bien, la de amar a los enemigos, la de tener un corazón abierto, universal, acogedor de todo lo humano, y trabajar por ser animadores de lo humano.

Esto pide, también, tener imaginación, capacidad de sacrificio, generosidad… Todo esto no se improvisa. Un nuevo ser que viene a nuestra familia, necesita el calor de una acogida, que es preciso mostrar en la atención llena de ternura, de amor, en dialogar mucho con ella, no en satisfacer caprichos que, momentáneamente, a los mayores nos dejan, engañados, con la conciencia más tranquila.

Un nuevo ser, una nueva vida, que ha aparecido como fruto del misterio del amor de unos padres, en conexión con la Fuente de la vida. Será necesario insertar cada día a la hija, o a tu nieta, en ese misterio de amor. Porque este es el camino de una donación de sentido a la vida. Y de poner más esperanza en el mundo. Quien diga que no tiene tiempo, habría que decirle que se ha equivocado de galaxia.

Me temo que muchos llevan la hora cambiada. En cuyo caso nos esperan días difíciles. Porque por aquí va la sabiduría de este mundo que fabrica necios. Dicen: todo es nuestro. Y punto se quedan aquí. En cambio la sabiduría inteligente, la sabiduría del amor continua la frase: todo es nuestro, nosotros, de Cristo y Cristo de Dios.

Que la nieta sea una verdadera bendición para toda la familia. Un abrazo,

+ P. Abad