13 de febrero de 2011

LA CARTA DEL ABAD

Querida M. Luisa,

Bajo de tu tarjeta de Navidad la segunda estrella: la esperanza. Esta es una palabra importante hoy día, la necesita el mundo de hoy, la necesitamos todos. Porque no es fácil vivir hoy animados de esta virtud. No es fácil, no tener hoy un trozo de pan para dar a los hijos y esperar poder disponer de el en un nuevo día; no es fácil vivir en la violencia de la guerra, y esperar que mañana volverá la paz; no es fácil quedarse hoy sin trabajo y esperar que mañana lo va a obtener; no es fácil romperse la familia y esperar que en breve se recompondrá; no es fácil que un responsable de la comunidad abandone, y que la comunidad no pierda niveles de esperanza…

Todo un largo rosario de situaciones, de lo más diverso, en la vida, que el hombre vive con esperanza. Cada día acabamos el día en situaciones materiales o anímicas muy diversas, pero en cualquier circunstancia apagamos la luz con la seguridad de que volverá a amanecer, y que con el día nuevo viviremos una situación nueva. Hay como una comunión total, o una sintonía perfecta entre la persona humana y el medio ambiente. Esta sintonía yo diría que es fruto de «una llama temblorosa, como dice el poeta Peguy, que atraviesa el espesor de los tiempos, una llama imposible de dominar, imposible de apagar al soplo de la muerte. Esta llama, una niñita de nada, atravesará los mundos llenos de obstáculos…Una llama que hace andar el mundo entero, que lo arrastra».

Yo creo que aquí podemos ver la mano de Dios, que al crear al ser humano, e infundirle un aliento de vida, dejó dentro de él esta "llama" que ya no se apaga. Es lo que sugiere la palabra de san Pablo en su epístola a los Romanos: «Estamos orgullosos de las dificultades, sabiendo que la dificultad produce entereza; la entereza, calidad, la calidad, esperanza; y esa esperanza no defrauda, porque el amor que Dios nos tiene inunda nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos ha dado» (Rm 5,4).

La esperanza es una llama viva dentro de nosotros, que nos hace capaces de soñar, y simultáneamente de despertar nuevas energías, nuevos deseos… para crear novedad, para buscar nuevas y mejores situaciones. Por ello la palabra esperanza va acompañada de otra importante: responsabilidad. Es decir que la esperanza no es pasividad, sino respuesta; una respuesta que hace nacer desde dentro esa "llama" que quiere ir más allá de la sabiduría de este mundo.

Por ello el evangelio de este domingo 6º del tiempo Ordinario, contrapone dos modos de plantear la vida: «Se dijo»… «Pero yo os digo». Es la sabiduría del mundo por un lado, y la sabiduría de Cristo por otro, la sabiduría misteriosa, escondida… La sabiduría, la llama, que alimenta la presencia de su Espíritu, que nadie puede apagar.

Cuida mucho esta llama. Un abrazo,

+ P. Abad