23 de octubre de 2011

LA CARTA DEL ABAD

Querida Ana,

Muchas gracias por tu visita de hace unos días al Monasterio. Son visitas que se agradecen mucho, y mucho más cuando preferiste pasar el tiempo de la visita del grupo, hablando conmigo de tiempos pasados, de aquellos años primeros en el pueblo. Porque son recuerdos no para la nostalgia, sino para renovar nuestro agradecimiento a lo recibido en aquellos años felices, del pueblo, de la familia, de los amigos, que son, diría yo, la base o las raíces de lo que es ahora nuestra persona.

Me conmovió profundamente saber algunos detalles de la manera de ser de mis padres, que yo desconocía. Me conmovió volver a recordar aquellos tiempos difíciles, en que muchas personas tenían que salir del pueblo para salir adelante en la vida. Por cierto una gran mayoría venía a Cataluña, y de la cual siempre oí hablar muy bien, por el trabajo, la acogida.

Hay quien dice que hay ciclos en la naturaleza, en la vida de la sociedad. Así parece. Y sucede que uno tiene la impresión de que nos volvemos a asomar a tiempos difíciles, tiempos muy difíciles, que ya lo son para muchos. Situaciones difíciles, que unos viven en su pueblo o en su ciudad, y otros teniendo que marchar lejos de los suyos.

Y en esta situación la Palabra de Dios nos recuerda unas obligaciones graves que debemos tener en cuenta: «no oprimirás ni vejarás al forastero, porque forasteros fuisteis vosotros. No explotarás a viudas ni a huérfanos. Si prestáis dinero a un pobre no serás con él un usurero, cargando intereses».

Esta es la actualidad hoy día, pero en sentido «positivo», es decir: que se oprime y veja al forastero e inmigrante, que se explota a viudas y huérfanos, y que la usura de los préstamos de dinero están haciendo temblar a toda la sociedad, por lo menos la sociedad llamada occidental o del «primer mundo», porque la otra, yo creo que ya no tiene energía ni para temblar.

Y uno se pregunta por la fuerza de esta «tela de araña de injusticia» que nos envuelve, cuando todo se justifica. Y parece no pasar nada: la noticia en la prensa de que ciertas personas que han estado en el candelero de la sociedad se retiran o las hacen retirar, pero, eso sí, forradas de millones, como un buen fondo de pensión; o la noticia en la prensa, aunque más discreta, de los que engrosan las listas de espera, o las colas de espera para comer, pero en este caso «de espera». Porque la esperanza es lo último que se pierde, como el instinto de vivir. Inmensa tristeza.

También dice la Palabra: «si gritan a mí yo los escucharé, porque yo soy compasivo». Claro que en esta sociedad ya se ha intentado, y se intenta, primero desterrar a Dios. Para que los gritos no vayan a ninguna parte. Para que nadie escuche. Pero los caminos de Dios son muchos, e inescrutables. Y el hombre necio no puede tapar, ni eliminar a Dios, porque Dios es la Vida. Y son muchos y diversos los caminos a través de los cuales puede manifestar su compasión.

Muchas gracias Ana por tu visita, por los recuerdos que me despertaste, y que me abren también a ser más consciente de lo que hoy estoy y estamos viviendo. Un abrazo,

+ P. Abad