2 de octubre de 2011

LA CARTA DEL ABAD

Querida Mª Luisa,

Tu estrella de este mes de Octubre que nos disponemos a empezar: «cobijo». Cuando empieza a desvanecerse el fuerte calor del verano, y el clima otoñal pide la presencia de esa estrella llamada «cobijo», que da sobre todo calor, y también luz. Me pregunto si te ha sugerido esta palabra, esta «estrella», el hecho de que te muevas en un mundo, y en una actividad pastoral, con abundancia de inmigrantes. En cualquier caso es una palabra de la que tienen necesidad millones de personas en este mundo. Personas que no tienen patria, que no tiene familia, que no tienen un techo para eso: cobijarse.

Campos de refugiados, refugiados a miles, millones. aparcados en una civilización del bienestar. ¡Dicen! «Los sin techo», innumerables. A la sombra de innumerables «techos» que no cubren a nadie, «cobijando», aromas con olores de putrefacción. hipotecas, desahucios. ¡Huele todo tan mal, despierta tanta tristeza, suena a desesperanza! Todavía más cuando uno lee la Palabra de Dios con estas recomendaciones: «Todo lo que es verdadero, noble, justo, puro, amable, laudable; lo que es virtud o mérito tenedlo en cuenta». Y no lo tenemos en cuenta. Por ello «la paz de Dios no custodia nuestros corazones y nuestros pensamientos en Cristo Jesús», y tampoco tiene necesidad de custodiarlos. Porque en realidad nuestro pensamiento no es el de Cristo Jesús.

Y la tristeza se hace más profunda y angustiosa, cuando uno lee en la prensa que en una ciudad, se ha puesto en la calle a una familia que ocupaba una casa de la diócesis. Un matrimonio y cinco hijos. Por no pagar el alquiler. Es verdad que con frecuencia las notas de prensa dicen verdades a medias, que hay instituciones de la Iglesia que han hecho, hacen y seguirán haciendo una labor social digna de todo elogio. O mejor, simplemente, una labor o un servicio evangélico.

Pero quizás noticias de este tipo nos están recordando que todavía tenemos mucho que aprender del evangelio. Que la sabiduría evangélica no ha penetrado hasta las últimas raíces de nuestra existencia. Que olvidamos palabras sabias del evangelio y necesarias hoy más que nunca: «La esplendidez da el valor a la persona» (Lc 11,33). «Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí» (Mt 15,8). «A todo el que te pide dale; al que se lleve lo tuyo, no se lo reclames. Tratad a los demás, como queréis que ellos os traten» (Lc 6,29).

En otras páginas evangélicas el mismo Jesús nos dice: «ganaos amigos con las riquezas injustas», pero quizás nuestra sabiduría no llega sino a ganarnos enemigos con lo que tenemos.

Esta estrella tuya, Mª Luisa, no la podemos hoy olvidar. «Cobijo». Si la guardamos en el diccionario crecerán nuestras tinieblas, nuestra tristeza. Porque Dios hizo esta bella casa de la creación para el hombre, y para Él mismo que ha querido compartir su proyecto de amor con la criatura humana. Y por esto Él se hizo hombre, humano, muy humano, con un nombre humano: Jesucristo. Para venir a su viña al atardecer. Pero lo echaron fuera de su viña. Sin cobijo.

Pero Dios permanece fiel. Sigue viniendo a su viña: «Tuve hambre y me distéis de comer, me recogisteis». ¡No lo arrojemos fuera de la viña!

Gracias Mª Luisa por esta estrella tan luminosa. Llega el otoño. Hay que cobijar, cobijando. Un abrazo,

+ P. Abad