28 de marzo de 2010

DOMINGO DE RAMOS. LA PASIÓN DEL SEÑOR (C)

LA BELLEZA DE LA PALABRA DE DIOS EN LA HOMILÍA
Bendición de Ramos: Lc 19,28-40
Misa de la Pasión: Is 50,4-7; Salm 2,8-9.17-20.23-24; Filp 2,6-11; Lc 22,14-23,56

Reflexión: Semana Santa

Es la Semana que requiere del creyente cristiano una celebración íntima, buscando vivirla mediante una experiencia espiritual profunda; y cuidada en el exterior, ya que tiene una gran riqueza en contenido y en símbolos que pretenden ayudarnos a alcanzar a vivir, la experiencia, el gozo interior al que acabamos de aludir antes.

Dice la Carta Apostólica "Misterii Paschalis" de Pablo VI: «El sagrado Concilio Vaticano II nos ha enseñado claramente que la celebración del MISTERIO PASCUAL tiene la máxima importancia en el culto cristiano y que se explicita a lo largo de los días, las semanas y el curso de todo el año. De aquí se desprende la necesidad de poner a plena luz el misterio pascual en la liturgia… Los Santos Padres y la tradición de la Iglesia, estaban convencidos rectamente de que el curso del año litúrgico no solo conmemora hechos, por los que Jesucristo, muriendo por nosotros nos salva, o evoca el recuerdo de unos gestos de cosas pasadas por cuya meditación el espíritu de los cristianos, por sencillos que sean, es instruido y alimentado, sino también enseñaban que la celebración del año litúrgico "tiene una peculiar fuerza y eficacia sacramental para alimentar la vida cristiana"».

Consecuente con estas palabras la Iglesia celebra dentro de ese año litúrgico la Semana Santa, como unos días especiales de intensa vida religiosa y litúrgica; como unos días en donde se concentra con especial y singular intensidad la celebración que luego se explaya a lo largo de todo el año, pero que ofrece en estos día de la Semana Santa, al cristiano la oportunidad de vivirlo a través de todo su universo de símbolos y contenidos, que nos hace posible una inmersión más profunda y viva en el Misterio Pascual.

Una Semana que viene a culminar todo el tiempo de Cuaresma, tiempo de preparación a la gran solemnidad de la PASCUA. «Ahora mi alma está turbada. Y ¿qué voy a decir? ¡Padre, líbrame de esta hora! Pero si para eso he venido!» (Jn 12,27). Es la "Hora de Jesucristo". Para esto ha venido. En esta "hora" debería pararse nuestro reloj. Porque es la "hora" que Cristo quiere vivir para llevar a cabo la "RECONCILIACIÓN" con el Padre. Es la "hora" para pasar de este mundo al Padre. Y nosotros con Él. Por ello debería pararse nuestro "tiempo" para dar lugar a que la eternidad venga a arraigar en él. Dar lugar a que nuestro tiempo se abra a la divinización que ya se inició con el misterio del Nacimiento de Dios hecho hombre.

O por lo menos, vivir este tiempo con ritmo más pausado; vivir con menos prisas. De aquí lo importante que es celebrar el misterio principal de nuestra fe, sosegadamente, sin prisas, con paz… a lo largo de varios días. Durante la Semana Santa. Todo para preparar tu corazón para la fiesta de la Luz y de la Vida.

La Palabra

«Llegada la hora, les dijo: He deseado enormemente comer esta comida con vosotros antes de padecer». Es la "hora" su "hora", "nuestra hora" … detén tu reloj.

«Padre, si quieres aparta de mí este cáliz, pero no se haga mi voluntad sino la tuya». Hay bebidas que "repugnan"… pero sanan.

«Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen». Ay del perdón!, el perdón, el perdón… ¿sabes "deletrear" esta palabra?

«Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu». Pasó haciendo el bien, pero en su momento entregó su espíritu. El Padre, a continuación, complacido, lo derramó sobre toda carne. ¿Sabes algo de este espíritu?

«El Señor me ha enviado a dar la Buena Noticia a los que sufren, para vendar los corazones destrozados». ¿Tienes, tú también, vendas?

«Los amó hasta el extremo». El amor es lo que da sentido y sabor a la vida. ¿Sabes lo que es amar hasta el extremo?

«Soportó nuestros sufrimientos y aguantó nuestros dolores…Enmudecía, no abría la boca. Sin defensa, sin justicia, se lo llevaron». La historia, desgraciadamente, se repite hoy con demasiada frecuencia.

«Tenemos un Sumo sacerdote probado en todo, igual que nosotros… Por eso puede compadecerse». Aquí tienes un buen compañero de camino.

«Miraran al que atravesaron». ¡Míralo! Míralo, contémplalo mucho en esta semana.

Sabiduría en la Palabra

«¿Deseas descubrir el valor de la sangre de Cristo? Mira de dónde brotó y cual es su fuente. Empezó a brotar de la misma cruz y su fuente fue el costado del Señor. Pues, muerto ya el Señor —dice el evangelio—, uno de los soldados se acercó con la lanza y le traspasó el costado, y al punto salió agua y sangre: agua como símbolo del bautismo; sangre, como figura de la Eucaristía. Con estos dos sacramentos se edifica la Iglesia: con el agua de la regeneración y con la renovación del Espíritu Santo, es decir, con el bautismo y la eucaristía, que han brotado ambos del costado. Del costado de Jesús se formó, pues, la Iglesia, como del costado de Adán fue formada Eva». (San Juan Crisóstomo, Catequesis)

«El cenáculo adornado con tapices (Lc 22,12) te albergó a Ti y a tus comensales, y allí celebraste la Pascua y realizaste los misterios, porque en ese lugar te habían preparado la Pascua los discípulos por Ti enviados. El que todo lo sabe dijo a los apóstoles: Id a casa de tal persona (Mt 26,18). Dichoso el que por la fe puede recibir al Señor, preparando su corazón a modo de cenáculo y disponiendo con devoción la cena... Estando, oh Señor, a la mesa con tus discípulos, expresaste místicamente tu santa muerte, por la cual los que veneramos tus sagrados padecimientos somos liberados de la corrupción. El que escribió en el Sinaí las tablas de la ley comió la pascua antigua, la de la sombra y figuras, y se hizo a sí mismo Pascua y mística hostia viviente...». (San Andrés de Creta, Triodon del Miércoles Santo).

«No nos avergoncemos de la cruz de Cristo, pues brota del la fortaleza del consejo divino y no de la condición del pecado. Aunque haya muerto a causa de la debilidad que es nuestra, sin embargo no ocultó su gloria, de modo que no actuase con poder divino en medio de los oprobios de la pasión». (San León Magno, Sobre la Pasión del Señor, Hom. 1,3)