24 de enero de 2010

DOMINGO III DEL TIEMPO ORDINARIO (C)

LA BELLEZA DE LA PALABRA DE DIOS EN LA HOMILÍA
Neh 8,2-6.8-10; Salm 18,8-10.15; 1Cor 12,12-30; Lc 1,1-4; 4,14-21

Reflexión: Leían el libro de la Ley de Dios y explicaban el sentido

«Todo el pueblo escuchaba con atención… El pueblo alzó las manos y respondió: Amén, amén…». Tenemos aquí un ejemplo sencillo de un ejercicio de «lectio divina», descrito en el libro del profeta Nehemías. El pueblo escucha la Palabra de Dios, el Libro de la Ley, que es leído y explicado; después el pueblo responde con el asentimiento del amen, es decir el propósito de asumir esta Palabra y vivirla. La «lectio divina» viene a ser esto: un guiarnos al encuentro con el Señor. En el AT era el encuentro con la Palabra del Señor, y responder con fidelidad en la vida de cada día. En el NT será el encuentro con el Resucitado. Este encuentro no es la garantía de mantener siempre la presencia de Aquel que buscamos. Así nos dice Orígenes: «Dios me es testigo de que he visto muchas veces al "Esposo" acercarse a mí y estar conmigo. Pero de improviso se alejaba y yo no conseguía encontrar a aquel que buscaba. Seguía, no obstante, deseando su retorno y él volvía de cuando en cuando».

Pero también es cierta la verdad permanente del encuentro. En este sentido escribe Hugo de san Victor: «Cuando viene, el Esposo se recrea con la "esposa", le habla, le lleva a recordar los dones que le ha otorgado y le infunde un dulce e íntimo afecto, de suerte que no olvide los dones que de él ha recibido y recuerde a aquel que se los ha dado. Sí, en efecto, el Esposo habla a la esposa, no puede evitar hablar sino de amor».

La «lectio divina» nos ayuda a buscar en la Escritura el alimento que sustenta nuestra vida espiritual y la haga adelantar en el camino de la perfección; por eso san Jerónimo solía "meditar" en la ley del Señor de día y de noche, y gustar en las Sagradas Escrituras el pan del cielo y el maná celestial, que contiene en sí todo deleite.

Toda interpretación de las Escrituras se funda en su sentido literal; puesto a salvo su sentido literal, san Jerónimo busca sentidos más profundos para alimentar su espíritu con manjar escogido; aconseja no pararse en el mero sentido literal, sino buscar en lo más hondo el sentido divino.

Palabra

«Hoy es un día consagrado al Señor. No hagáis duelo…». Un día vivido para el Señor. No debe haber motivo de pena, de dolor. Menos por nuestras infidelidades, pues al celebrar este día despierta en nosotros la conciencia que la bondad y el amor de Dios son más grandes que nuestro pecado y nuestra infidelidad.

«El gozo del Señor es vuestra fortaleza…». El gozo del Señor no es una mera alegría superficial, sino que es su presencia misma en nuestra vida, en nuestro espacio interior. Y esta presencia revierte en una fuerza mayor en nuestra vida. Una fortaleza y una sabiduría, que nos hacen enfrentar a la vida con una mayor seguridad en nosotros mismos.

«Todos los miembros del cuerpo a pesar de ser muchos, son un solo cuerpo. Así es también Cristo». Pero esto nos pide un servicio de reconciliación. Es decir que lo que es verdad en Cristo, en nosotros debe ser un trabajo porque aparezca esta unidad de todos los miembros en nuestra existencia. El Espíritu de Cristo nos asiste, pero no nos dispensa de un trabajo de reconciliación.

«Dios organizó los miembros del cuerpo dando mayor honor a los más necesitados…». Es decir que a la hora de trabajar la unidad del cuerpo, debemos una consideración mayor hacia aquellos miembros más débiles. Es fácil ser conscientes de que como el mismo Dios se ha anonadado, se ha rebajado, precisamente para desde el principio, o como principio primero a tener en cuenta es no perder en ningún momento la solidaridad con los miembros más pequeños, más pobres…

Sabiduría sobre la Palabra

«De igual forma que sucede con el cuerpo humano, el cristiano debe ser conocido como cristiano en todo su ser; debe, pues, testimoniar, teniéndolos como rasgos de su vida, todos aquellos bienes que existen en Cristo. Pues si según una parte eres tal y como lo exige el nombre de cristiano, pero en otra te inclinas a lo contrario, no harás otra cosa que dividirte, haciendo las veces de enemigo de ti mismo, concitando en ti por la virtud y el vicio tal guerra civil que de ninguna manera podrás estar en paz ni reconciliado contigo mismo. Pues como dice el Apóstol: ¿qué comunidad hay entre la luz y las tinieblas?». (Gregorio de Nisa, Sobre la vocación cristiana)

«Insensibilidad es muerte de todo sentimiento en cuerpo y alma. Es resultado de larga enfermedad y negligencia. Insensibilidad es negligencia habitual. Es pensamiento endurecido, obstinado. Es hija de presunción, impedimento de fervor, dogal que mata el entusiasmo, ignorancia del arrepentimiento, puerta de la desesperación, madre del olvido cuyo hijo es la pérdida del temor de Dios, un espíritu muerto». (San Juan Clímaco, Escala espiritual)