13 de abril de 2014

DOMINGO DE RAMOS. LA PASIÓN DEL SEÑOR

Homilía predicada por el P. José Alegre, abad de Poblet
Is 50,4-7; Salm 21,8-9.17-20.23-24; Filp 2,6-11; Lc 22,14-23,56

«Inspirada por el espíritu de su Esposo divino, la Iglesia une hoy, con admirable sabiduría, la procesión y la pasión. La procesión suscita vítores, es el triunfo, la gloria, y la Pasión suscita lágrimas. ¿Podrá alguien fiarse de la gloria versátil del mundo si contempla el Santo por excelencia y, además, Dueño supremo del universo, pasando tan rápidamente de la victoria más sublime al desprecio más absoluto? Una misma ciudad, las mismas personas y en unos pocos días, le pasea triunfal entre himnos de alabanza y le acusa, le maltrata y le condena como a un malhechor. Así acaba la alegría caduca y a esto se reduce la gloria del mundo». (San Bernardo)

Pues sí, lamentablemente no acabamos de aprender la fragilidad de la gloria de este mundo, no acabamos de aprender la verdadera sabiduría, y buscamos, y aún deseamos, por los medios que sean, los honores y la gloria de este mundo.

La celebración litúrgica de este Domingo de Ramos es una ventana abierta a la contemplación del Misterio de Cristo, que en esta Semana Santa se nos manifiesta en toda su plenitud, la plenitud del Misterio del Amor. Una Semana donde se nos invita a contemplar el verdadero camino del amor, el camino que se apoya en la verdadera sabiduría, y, en definitiva, en el horizonte de un amor vivido hasta el final con toda fidelidad.

«El Señor me ha dado una lengua de maestro, para que sepa con mi palabra sostener a los cansados. No he escondido la cara frente a las ofensas y salivazos. Jesucristo era de condición divina, se hizo nada, hasta tomar la condición de esclavo. Se rebajó, obediente hasta la muerte. En verdad os lo digo: uno de vosotros me entregará. Tomad y comed este es mi cuerpo. Mataré el pastor y las ovejas se dispersaran; pero cuando resucite iré delante de vosotros. Pilato preguntaba: ¿Qué mal ha hecho este hombre. Y le pueblo gritaba más fuerte: que lo crucifiquen. Dios mío, Dios mío, ¿por qué me habéis abandonado?»

Expresiones estas, como otras muchas, que podéis considerar vosotros en vuestra lectura y meditación, que sugieren un poco del profundo misterio de amor que se revela y se cumple en la persona de Jesucristo, que empezamos a celebrar en este día de su entrada triunfal en Jerusalén, para continuar a lo largo de la semana hasta llegar a la plenitud de la vida nueva, y que hablan con mucha elocuencia del gesto de ofrecer la vida en un amor extremo.

El amor es la más universal, la más formidable y la más misteriosa de las energías cósmicas… Socialmente, se finge ignorarlo en la ciencia, en los negocios, en las asambleas, siendo así que subrepticiamente está en todas partes.

Esta semana celebramos la obra de amor, que el Amor hace por nosotros.

El Amor ha sido siempre cuidadosamente descartado de las construcciones realistas y positivistas del mundo. Será preciso que un día se reconozca en él la energía fundamental de la vida, y lo que lleva a una vida nueva, a una humanidad nueva.

El Amor no es una fuerza anónima. Se trata de Dios. Esta semana tenemos la oportunidad de considerar como actúa Dios este amor, como lo vive en nuestra humanidad, como lo manifiesta.

«Pero el amor es paciente, es afable, no es grosero no se exaspera, no se crispa, disculpa siempre, espera siempre, aguanta siempre». (1Cor 13)

Es como contemplamos a Dios en la celebración del Misterio de Amor de estos días santos; así es como obra Dios revestido de nuestra humanidad.

Hoy, en esta puerta abierta a la Semana Santa, o en esta ventana abierta al Misterio del Amor que se entrega, se nos invita a considerar el rechazar o acoger el Amor. Los honores falsos y caducos del mundo, o la gloria del amor extremo.