20 de abril de 2014

DOMINGO DE PASCUA. LA RESURRECCIÓN DEL SEÑOR

VIGILIA PASCUAL EN LA NOCHE SANTA

Homilía predicada por el P. José Alegre, abad de Poblet

«Mirad el árbol de la cruz donde está clavada la salvación del mundo». La salvación del mundo, o la salvación del hombre, de cada uno de nosotros que vivimos nuestra vida, nuestra historia, aquí en este mundo. Salvación de este mundo roto, sometido a la muerte, pero destinado a la vida. Este es el camino del Resucitado, el ejercicio del amor. Estos deben ser nuestros caminos.

«Sólo cuando alguien valora el amor por encima de la vida, a saber, sólo cuando alguien está dispuesto a someter la vida al amor, por el amor del amor, puede el amor ser más fuerte y mayor que la muerte». (J. Ratzinger)

No hay amor más grande que dar la vida. Este amor es el que hemos contemplado y seguimos contemplando en la cruz. Pero el que da la vida por amor, el que somete la vida al amor, vence la muerte vuelve a recobrar la vida, pero ya una vida nueva.

«Resurrección significa paso, transición. Cristo hoy no vuelve, sino que resucita; no retorna, sino que cambia de vida… Pero si pasó realmente a una vida nueva nos invita a nosotros a cambiar. Vaciamos del sentido de Pascua la sagrada Resurrección si hacemos de ella un retorno y no un paso…» (San Bernardo, Sermón 1 sobre la Resurrección)

El paso a una vida nueva, que debe reflejar el clima que nos envuelve esta Noche Santa: un clima de luz, de fiesta, de alegría, fruto de la incomparable ternura y amor divinos que pone de relieve el Pregón Pascual, que bien merece de todos nosotros una reflexión personal. Un clima de luz, de fiesta, de alegría, que solamente puede depositar en el corazón humano la Palabra de Dios capaz de engendrar luz, fiesta, alegría. Es la Palabra de Dios que esta noche quiere iluminar la historia de cada uno y de todos nosotros, para abrirnos el camino de la salvación.

Una salvación que se inicia con la belleza de la creación de Dios y el comienzo de una amistad de Dios y el hombre, para culminar esta Noche de Pascua con la donación de un amor extremo por parte de Dios y poner en nuestro corazón el germen de una vida nueva: el Espíritu del Resucitado. Para esta vida nueva nos invita la Palabra a poner nuestra confianza en el Señor, como Abraham, que dejó al Señor que le fuera orientando con su sabiduría y su luz. Y así con esta confianza en la Palabra vamos descubriendo y viviendo que nuestro camino verdadero va siendo un camino de una libertad creciente. Como lo fue para el pueblo de Israel. A pesar de nuestras infidelidades, Dios permanece siempre fiel y no nos esconde su rostro, sino que nos ha dejado su Espíritu de amor, haciendo de nuestro corazón un verdadero templo, donde hace nacer una permanente fuente de agua viva, para saciar nuestra sed. Este es el verdadero camino de la sabiduría, una fuente de sabiduría para que vivamos con la paz y la luz de Dios, que va configurando en nosotros un corazón nuevo. Un corazón nuevo con un espíritu nuevo para vivir una vida nueva, según Cristo resucitado.

Y para este camino el corazón humano tiene un canto, un canto nuevo que recoge todos los sentimientos, todas las ideas y afectos en una sola palabra: ALELUYA. Es alabar y cantar a Dios con todo el corazón. Un corazón humano capaz de volverse a sus hermanos con toda sensibilidad y ternura. Con la misma fuerza de amor del Resucitado.