5 de marzo de 2014

MIÉRCOLES DE CENIZA

Homilía predicada por el P. José Alegre, abad de Poblet
Joel 2,12-18; Sal 50 3-6.12-14.17; 2Cor 5,20-6,2; Mt 6,1-6.16-18

«Desperta, és un nou dia,
la llum
del sol llevant, vell guia
pels quiets camins del fum.
No deixis res
per caminar i mirar fins al ponent.
Car tot, en un moment,
et serà pres».

(Salvador Espriu)

La belleza del verso de Espriu nos invita a despertarnos y caminar. La vida auténtica, verdadera es un permanente ejercicio de despertarnos y caminar. La belleza de la Palabra de Dios nos llama: «Ahora es el tiempo de la gracia, ahora es el día de la salvación. En el tiempo de gracia te escucho; en el día de la salvación te ayudo».

Despierta es el grito del poeta. Todo es efímero. En un momento todo lo perderás. Polvo y ceniza. Despertaos, convertíos, es también el grito de la Palabra de Dios; rasgad los corazones, es el grito cuaresmal, el camino para encontraros con Dios, y encontrar respuestas. Pero sobre todo dar la respuesta pertinente de nuestra vida. El cristiano debe negarse a sí mismo, sea con el ayuno o de algún otro modo, para poner en claro su participación en el misterio de nuestra sepultura con Cristo, para resucitar con él a una vida nueva, para encontrarnos con Dios. Esto no puede ser meramente cuestión de «actos interiores» y «buenas intenciones», «comer pescado los viernes».

Si la Cuaresma debe llevarnos a un encuentro con Dios, debemos primero escucharle a él que sabe el verdadero camino, que él mismo es el Camino: «Mirad: el ayuno que yo aprecio es éste: abrir prisiones injustas, dejar libres a los oprimidos, partir tu pan con el hambriento, hospedar a los pobres sin techo, vestir al que ves desnudo, no cerrarte a tu propia carne. Entonces, se encenderá en tu vida una luz como la del amanecer, se curaran tus heridas, te abrirá camino la justicia, detrás irá la gloria del Señor. Entonces llamarás al Señor y te responderá. Gritarás y te dirá: aquí estoy. Porque yo, el Señor tu Dios, soy misericordioso» (Is 58).

Este es el camino de una auténtica cuaresma. Este es el camino de Pascua. El camino de un hombre nuevo y una humanidad nueva. Este es un camino de reconciliación, reconciliación o encuentro con Dios, y reconciliación y encuentro de amistad, de fraternidad, de comunión con los hermanos, con cualquiera que junto a ti tiene necesidad de que le tiendas la mano, o recibas con el mismo sentimiento la suya.

Evidentemente plantearse este camino es aceptar un desgarro interior, el desgarro que es ruptura del corazón. Pero solamente esta ruptura puede dejar entrar la alegría en nuestra casa. Solo este desgarro del corazón deja entrar el viento purificador del Espíritu de Dios.

«El desgarramiento del corazón del que nos habla el profeta Joel, al inicio de la Cuaresma —escribe Merton— es ese “desgajarse” de nosotros mismos y de nuestra vetustas, la “vejez” del anciano fatigado por el aburrimiento y el esfuerzo de una existencia indiferente, para que nos volvamos a Dios y probemos su misericordia en la libertad de Sus hijos».

Cuando nos volvemos a él ¿qué encontramos? Que es gracioso y misericordioso, paciente y rico en misericordia. Incluso nos habla con sus propias palabras diciendo: «Mira, te enviaré trigo y vino y aceite y te llenarás de ello: y ya no haré más de ti un reproche entre las naciones». Esta esperanza está al comienzo del ayuno de 40 días. Pero al final todo será polvo. Pero el polvo enamorado levanta la mirada a la fiesta de Pascua, y espera cantando la sinfonía de Mahler:

«¡Resucitarás, sí, resucitarás,
polvo mío, tras breve descanso!
¡Vida inmortal
te dará quien te llamó!
¡Para volver a florecer has sido sembrado!»

«Ahora es el tiempo de la gracia, ahora es el día de la salvación. En el tiempo de gracia te escucho; en el día de la salvación te ayudo».