20 de agosto de 2008

SAN BERNARDO, ABAD Y DOCTOR DE LA IGLESIA

Profesión solemne de fray Salvador Batet

Homilía predicada por el P. José Alegre, abad de Poblet
Sab 7, 7-10. 15-16; Sl 62, 2-9; Filp 3, 17-4, 1; Mt 5, 13-19

Fray Salvador: Escucha… Escucha, pues por una parte es la primera palabra de la Regla de san Benito que es el punto de referencia para nuestra vida; y por otra parte esta es una celebración de gran importancia para ti y tiene un mensaje fundamental para tu vida como cristiano y monje, de manera especial en la Palabra de Dios y en el rito de tu Profesión.

Tú naciste un 20 de Agosto. Tú hiciste tu profesión temporal un 20 de Agosto. Ahora haces tu profesión solemne, perpetua, otro 20 de Agosto…El 20 de Agosto parece ser muy significativo en tu vida. San Bernardo te va acompañando en tu vida y en el camino monástico.

Yo te he escuchado más de una vez hablar de los valores que tus padres Salvador y Ángeles te han enseñado en lo humano y cristiano. También de los valores religiosos que has aprendido de tu madre la Iglesia en tu parroquia, de la mano de tu párroco Mosén Jaume, y de tu comunidad de la Parroquia de la Sagrada Familia, de Igualada…. Esto quiere decir que tus vivencias religiosas se remontan a unos primeros años que han arraigado profundamente en ti. Ahí están. Nunca las vas a perder si las cuidas.

Pero esto también me recuerda a mí las raíces que están en los primeros años de la vida de san Bernardo. Una fuerte religiosidad en un ambiente cristiano. Que empieza a despertar luz y fuego en el corazón de Bernardo, y poner unos objetivos altos, profundos en el horizonte de su vida.

Las raíces de esos primeros años te han afirmado en la fe. Te han proporcionado una sabiduría. Pero ahora la Iglesia te pide más, la vida monástica quiere despertar más tu capacidad creativa en la vida de fe y de la Iglesia. La Iglesia te pide en esta consagración religiosa tuya que dejes que Dios que ha comenzado en ti la obra buena, la lleve a buen término dejando tu huella en ella con un servicio precioso, como fue el de san Bernardo. Deja que San Bernardo sea cada día un punto de referencia en tu vida, deja que él, junto con la Palabra de Dios avive en i el fuego, la luz y la vida de Dios.

La Palabra de Dios en la Lectio divina, debe ser cada día tu pasión; solo ella puede alimentar y acrecentar ese fuego y luz divinas en ti. Por esto aceptas el compromiso de prestar tu voz a la Iglesia en la plegaria de alabanza a Dios del Opus Dei, y del servicio a los que no tienen voz en esta sociedad. No lo cumplas nunca desde la letra, y como una carga, para que tu corazón no se endurezca como el de muchos; sino desde la generosidad de un corazón cada día más sediento de Dios. Y que nos hace generosos servidores del Señor en nuestros hermanos.

Y luego san Bernardo. Que él sea también una permanente referencia para ti, para tu vida monástica. Los puntos de referencia para ti son innombrables, inagotables, en su obra. Solo quiero hacer alusión a lo que nos sugiere la Palabra de Dios y que la Iglesia hoy nos pone como enseñanza en su fiesta.

Supliqué, invoqué, y se me concedió la prudencia y el espíritu de sabiduría. La quise más que a la salud y la belleza. Me propuse tenerla como luz… Dios es el mentor de la sabiduría, en sus manos estamos nosotros y nuestras palabras…

¡Cuantas veces meditó estas palabras Bernardo! Así lo muestra escribiendo esto de la sabiduría, como respuesta a preguntas de los monjes: Y si no encuentro la sabiduría siguiendo mis deseos, ¿dónde la encontraré? Me abraso en ansias de poseerla, y no quedo satisfecho con encontrarla, sino que aspiro a una medida generosa, colmada, rebosante… Búscala mientras hay posibilidad de encontrarla; e invócala mientras está cerca. ¿Quieres oír cuán cerca está? A tu alcance está la Palabra, en tus labios y en el corazón, con tal que la busques con rectitud de corazón. Levanta el corazón, sal de la cama, y no te hagas el sordo al consejo de tener alerta el corazón. Así encontrarás la sabiduría de tu corazón y de tus labios fluirá la prudencia… (Sermón 15, o.c. t. VI, BAC 497, Madrid 88, p. 139).

San Pablo te dice hoy en la lectura de Filipenses: seguid mi ejemplo, tened siempre delante a los que proceden según el modelo que tenéis en nosotros… Esto es lo que hizo san Bernardo. Vive esta sabiduría paulina en la vida monástica con una profunda pasión eclesial. Cristo fue la referencia permanente, la pasión única de estos dos hombres de Iglesia. Es también, debe serlo, la pasión del monje como nos exhorta la Regla cuando nos recuerda de no anteponer nada al Cristo, porque Él nada ha antepuesto a nosotros.

Así estarás en el camino de vivir el evangelio de hoy. Un evangelio de gran belleza, que invita a ser luz del mundo, sal de la tierra. Un evangelio para soñar. Y un evangelio también para sufrir. Porque las palabras de este evangelio todo con ser de gran belleza, son muy peligrosas. Te lo advierto. Pero solamente quien las acepta con sencillez y generosidad de corazón puede vivir con sentido pleno su vida de fe como cristiano y como monje.

En esta Iglesia hoy hay abundancia de luz, tú mismo eres luz, pero ¿qué es esta luz, de dónde viene? No nos preguntamos esto, simplemente nos aprovechamos de la luz, gozamos con ella… No somos nosotros la luz, somos meros instrumentos, de otra parte recibimos la luz.

La sal del mundo. Cuando tomamos alimento decimos si hay o no hay sal. Pero no la vemos. La sal deja ahí su sabor, pero ella desaparece… La luz que se desvanece en el ambiente, la sal que se pierde en la olla… Esto nos recuerda la cruz. Esto nos recuerda que el sufrimiento está presente en la vida del cristiano, del monje. Que sin la cruz no podemos crecer en nuestra sabiduría, sin la cruz, nuestra fe no puede crecer. No puede iluminar, ni dar un buen sabor.

Esta cruz tuvo también una fuerte presencia en la vida de Bernardo, en su vida personal, en su vida monástica y también en su agitada y generosa proyección eclesial.

Tomás Mertón comentando la encíclica del papa Pío XII, Doctor Melifluo, sobre san Bernardo, se pregunta por el rasgo dominante del más grande de los cistercienses, y viene a decirnos que en opinión del Papa es la Sabiduría. Y para esto, nos dirá este contemplativo: si queremos comprender a san Bernardo debemos volver a los evangelios y a san Pablo y buscar la sabiduría de Dios, que es locura para el hombre. Tenemos que dejar a Cristo que penetre nuestros corazones y nos transforme en Él por el poder de su Cruz (San Bernardo, el último de los Padres, Edit. Rialp, Madrid 56, p. 112).

Salvador, guarda en tu corazón todo lo vivido en este día y vuelve muchas veces sobre esta Palabra de Dios que has escuchado en este día, en la lecturas de esta Eucaristía, en la que te consagras a Dios, es decir a vivir con una consciencia gozosa de ser propiedad suya, y vivirlo no escapando del mundo, sino en un servicio generoso al mundo, en tu comunidad, y allí donde te pida el Señor.