20 de marzo de 2017

SAN JOSÉ, ESPOSO DE LA BIENAVENTURADA VIRGEN MARÍA

Homilía predicada por el P. José Alegre
2Sam 7,4-5.12-14.16; Sal 88,2-5.17.29; Rom 4 13,16-18.22

«Cantaré eternamente las misericordias del Señor,
anunciaré tu fidelidad por todas las edades».

Es el canto del salmista ante el silencio de Dios. Es el canto al final de la soberanía de la casa de David sobre el reino de Judá. El grito conmovedor, pero esperanzado, ante el silencio de Dios. El salmista no cree que Dios sea incapaz de mantener sus promesas. Y canta ante el silencio de Dios. Canta su fe, canta su esperanza…
Es el canto del silencio
En el silencio se gesta, nace, la luz de la Palabra, la luz y la sabiduría de la vida.
En el silencio percibieron la obra de Dios Abraham, David y muchos de sus elegidos llamados a ser una obra de Amor, la obra y el proyecto de Dios con la humanidad.
Es en el silencio, que llenos de asombro escucharon la llamada del Amor, y respondieron con fidelidad para el cumplimiento de una obra de amor.

En el silencio escuchó san José el anuncio del cumplimiento de las promesas de Dios. En el silencio vino a discernir el designio inescrutable de Dios.
En el silencio percibe que la obra de Dios ya no es promesa, ya no es futuro
sino presencia viva.
Una presencia silenciosa.
Una presencia ardiente.
¡Fuego!
Un fuego que no se puede contener, capaz de hacer arder la tierra.
Un fuego que san José mantuvo en un silencio expectante.
Un silencio de espera.
Una presencia solo aliviada por el canto.
El canto del salmista

«Cantaré eternamente las misericordias del Señor,
anunciaré tu fidelidad por todas las edades».

Este el Magníficat de san José.
El canto del silencio, que acoge el Amor en su casa.
El silencio precede, acompaña, para penetrar en el misterio de Dios.
Este es el Magníficat de san José.
El silencio confiado que espera la llegada de la Palabra
Es en el silencio atento y delicado que se acoge la más brillante palabra de amor.
Del Amor que se reviste de nuestra fragilidad.
Es en el silencio del darse cada día cuando el amor manifiesta toda su riqueza de vida.
En la escucha y la respuesta fiel.
Es en el silencio donde al amor madura y ofrece sus frutos más dulces, precioso y duraderos.
El silencio es la cuna de la palabra.
En la cuna contemplamos la obra del amor, descubrimos la ternura del amor.
En la cuna despiertan nuevos sueños de amor.

Santa María canta el Magníficat en su Visitación. Canta la obra de Dios profundamente conmovida por la obra del Señor. Canta la obra de Dios que rezuma con esperanza en su pueblo de Israel, y en su corazón y sus labios en presencia de Isabel.

Hoy san José canta el Magníficat del silencio, porque la obra de Dios se gesta en el silencio, y hoy la humanidad sigue necesitando ese silencio de san José para dar lugar a la PALABRA que debe iluminar nuestros pasos.

No lo olvides nunca:

«Dios alumbra por dentro
antes de salir a nuestro encuentro por fuera».