19 de agosto de 2014

PROFESIÓN SOLEMNE DE F. BERNAT FOLCRÀ Y F. BORJA PEYRA

PROMESA DE OBEDIENCIA
Alocución del P. José Alegre, abad de Poblet

Regla de San Benito, capítulo 58

Fra Bernat y Fra Borja,

«Aquí estoy orque está escrito en el libro que cumpla tu voluntad. Dios mío, lo quiero, llevo Tu ley en las entrañas».

Sabemos que es el mismo Cristo quien ha hecho suyas estas palabras, antes que nosotros. Ahora es vuestro turno, Bernardo y Borja, y con vosotros también nosotros, la comunidad que os acompañamos queremos renovar el mensaje de estas palabras.

Toda la vida, día a día, puede ser vivida bajo el signo de estas palabras: «Aquí estoy, oh Dios, para hacer tu voluntad». Por la mañana, al iniciar una nueva jornada, con la plegaria de Maitines: «Aquí estoy, oh Dios, para hacer tu voluntad». Nosotros no sabemos lo que aquel día, cada día de la jornada monástica, nos reservará; solamente sabemos una cosa con certeza: «queremos hacer la voluntad de Dios». Nosotros, no sabemos con certeza como será el camino de cada día; pero es hermoso ponernos en camino hacia él con estas palabras en los labios: «Aquí estoy, oh Dios, para hacer tu voluntad».

Es un buen pensamiento para empezar la jornada, para saltar del lecho, para caminar, aunque sea algo somnolientos, hacia la primera plegaria monástica. Luego, a lo largo del día, tenemos ocasión de repetir este pensamiento, cuando en diferentes momentos rezamos el Padrenuestro. Es la plegaria del mismo Cristo, es la plegaria que él por encima de todas las demás nos ha dejado y recomendado. Esforzaros por decir siempre esta plegaria con una conciencia y un deseo muy vivos.

Este pensamiento es primordial cuando vais a hacer vuestra consagración definitiva al Señor. Y ya no sólo por cumplir esta palabra esta palabras de compromiso de una obediencia que acabáis de hacer, sino sobre todo por el contenido de este compromiso.

«Asumir el camino de la obediencia monástica para configuraros más y más con Cristo humilde y obediente. Asumir el camino de la obediencia monástica como un modo de escucha humilde de la Palabra de Cristo a quién no queréis anteponer nada».

Además, este es el punto fundamental que recuerda la Regla en el capítulo que acabáis de leer: «Buscar a Dios. Una búsqueda mediante un profundo celo por el oficio divino, por la obediencia, por las humillaciones». Para buscar a Dios no hay más que un camino, el Camino que es Cristo, por esto la Regla recuerda en más de una ocasión «no anteponer nada a Cristo». Pero el retrato de Cristo, la imagen a contemplar de quien debe ser vuestro camino, os la acaba de dar la Regla: «Una búsqueda mediante un profundo celo por el oficio divino, por la obediencia, por las humillaciones».

Este es un primer paso muy importante y decisivo; pero la Regla en este mismo capítulo resalta otro punto que entra en este retrato de Cristo: «Incorporarse a la comunidad y en ella vivir como monje y ser obediente». Cristo nos dice en el evangelio: «Donde dos o tres están reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos». Aquí no somos dos o tres, sino una comunidad y que nos hemos consagrado todos a buscar a este Dios que es el verdadero sentido de la vida del hombre.

Luego la obediencia es preciso vivirla en el seno de esta comunidad, con sus luces y sus sombras, con sus virtudes y sus defectos, dada nuestra condición de caminantes.

La obediencia que pide Benito no es una dependencia muda, como una máquina, sino una obediencia a la voluntad de Dios y al Espíritu que obra en todos. En la comunidad monástica todos existen para los demás. La precisión de una fidelidad de vida para los demás depende de cómo vivimos este pensamiento: «Aquí estoy, oh Dios, para hacer tu voluntad».

Uno de los problemas más graves de Occidente es la tensión entre el grupo y el individuo. Nuestra cultura educa en el individualismo, y después le condena a vivir en grandes grupos. La Regla, en cambio, educa a vivir en comunidad. Aquí nos tenemos que preguntar la comunidad si nos dejamos educar. Nos educa como monjes, para que nos ayude a sacar desde dentro el buen espíritu que hemos recibido del Señor. Es importante en este sentido que seamos responsables. Y por supuesto que nos dejemos educar, sabiendo que la educación es una tarea que abarca a toda la vida de la persona.

La responsabilidad es la obediencia en el mejor sentido de la palabra. El servilismo es la obediencia en el peor sentido de la palabra. Una es interdependencia, la otra es dependencia. Un maestro decía a su discípulo: «Para encontrar la verdad debe tenerse una prontitud para admitir que se puede estar en el error», quiere decir que la plenitud de la vida depende de tener nuestro corazón abierto para encontrar a Dios, repetidamente, no en un inventarnos un camino justo para siempre y después permanece agazapados.

Benito nos pone en guardia: «Hay caminos que algunos llaman justos y que finalmente precipitan en el infierno» (RB 7).

Para nosotros, el camino es Cristo y su pedagogía es la que está contenida en las palabras del principio: «Aquí estoy para hacer tu voluntad». Rezad bien cada día el Padrenuestro y seréis unos buenos monjes.