29 de junio de 2013

SAN PEDRO Y SAN PABLO, APÓSTOLES

FIESTA DE LA GERMANDAT
Homilía predicada por el P. José Alegre, abad de Poblet
Hech 12,1-11; Salm 33, 2-9; 2Tim 4,6-8.17-18; Mt 16,13-19

«Estos son los que, mientras estuvieron en la tierra, plantaron la Iglesia con su sangre, bebieron el cáliz del Señor, y lograron ser amigos de Dios». (Antífona de ingreso)

Esto de plantar la tienda, suena bien en este tiempo de verano. Aunque no es un tema exclusivo del verano. A mí me recuerda ahora el tiempo de Navidad, cuando dice la liturgia: «La Palabra se hizo carne y acampo entre nosotros, y contemplamos su gloria, lleno de amor y lealtad» (Jn 1,14)

«Acampó entre nosotros». Aquí hay también una alusión a la Sekiná, o la Tienda del Encuentro que levantó Moisés en el desierto; que era el signo de la presencia de Dios en medio de su pueblo Y allí entraba Moisés «para hablar con Dios cara a cara, como habla un hombre con un amigo». (Ex 33,7)

Podemos observar, a través de la lectura de la Sagrada Escritura, un deseo permanente por parte de Dios de estar cerca de su pueblo, de caminar junto a su pueblo, de vivir una relación de amistad con él. Dios, como un sencillo peregrino baja, desde el cielo y planta su tienda en medio de la humanidad. Y en este camino, aparece Dios como seducido por la criatura humana. Hasta revestirse con el bello vestido de nuestra humanidad. ¡Quién podía imaginar tanto amor!

Pero la peregrinación continúa: Dios, como hombre, se esconde en su tienda, ignorado, en el seno de una familia humana, la familia de Nazaret durante 30 años. Como aprendiendo en el silencio de Nazaret a ser hombre, a escuchar las vibraciones, las reacciones del corazón humano. Hasta que llega el momento de levantar la tienda y continuar su peregrinación entre nosotros con su vida pública, para ir viviendo una relación de amistad. Jesús va haciendo amigos, viviendo una relación de amistad con sus discípulos, adentrándose en su corazón. Es el camino del amor. Llegar al corazón del otro, a través de una vida de amistad crecientemente profunda. Llegar a plantar la tienda en el corazón de los amigos, para compartir en la tienda una relación de amor. Jesús será consecuente en este amor, llegando al amor extremo, con la ofrenda de su vida en la cruz.

¿Qué hacen los amigos de Jesús, en este caso Pedro y los demás apóstoles? Continúan el camino de Jesús y llevaran esta tienda a todo el mundo. Es la tienda de la Iglesia. Plantan la tienda de la Iglesia. Estimulados por el amor de Jesús, viven una profunda amistad con él, extiende la Iglesia por el mundo, llevan la amistad de Jesús por todas partes.

Esta amistad, este amor lo llevaran también hasta el extremo, por ello «beberán el cáliz del Señor», es decir derramaran por él su sangre, no renegaran de su amistad. Dan respuesta con fuerza y fidelidad a la pregunta de Jesús su gran amigo: «¿Quien decís vosotros que soy yo?» El evangelio ha recogido unas palabras de Pedro, pero las palabras a veces se las lleva el viento, por esto Pedro a lo largo de toda su vida dirá con fuerza esa palabra de amistad con Jesús, porque contaba con la asistencia de Dios, con las fuerzas necesarias para proclamar la Buena Noticia de Jesús.

Todos vosotros sois cristianos, habéis recibido en el bautismo el Espíritu Santo, el Espíritu de Jesús. El cristiano es pues un amigo de Dios. Como amigos de Dios, somos peregrinos en este mundo, estamos de paso, de camino hacia la casa del Padre. Vamos en el camino plantando la tienda, para vivir, como Moisés, como los Apóstoles Pedro, Pablo y los demás, la amistad con Jesús. Debemos aprender de ellos. Así nos exhorta san Bernardo cuando escribe: «Estos son nuestros maestros: aprendieron a conciencia los caminos de la vida con el Maestro universal y nos lo enseñan hoy a nosotros. ¿Qué enseñaron y siguen enseñándonos hoy los santos apóstoles? No el arte de pescar, ni el de tejer tiendas o cosa parecida, ni a comprender a Platón o manejar los silogismos de Aristóteles; ni a estar siempre aprendiendo y ser incapaces de llegar a conocer la verdad. Nos enseñan a vivir. ¿Consideras qué es poca cosa saber vivir? Es lo más importante de todo. No consiste en la soberbia ni en contagiarse de todos los vicios. Eso no es vivir, sino destrozar la vida y acercarse a las puertas de la muerte. Tú vives bien si vives ordenada, social y humildemente. Ordenadamente contigo mismo, socialmente con el prójimo y humildemente con Dios».