26 de agosto de 2012

LA CARTA DEL ABAD


Querida Mª Luisa:

Hoy he leído en el evangelio estas palabras que el domingo escucharan también muchos creyentes: «El espíritu es quien da vida; la carne no sirve de nada. Las palabras que os he dicho son espíritu y son vida».

Y pienso en nuestra vida, para preguntarme si la nuestra es la misma vida de la que nos habla Jesucristo. La nuestra suele estar agitada por mil pensamientos, deseos con una fuerte dosis de contradicción, frustraciones, esperanzas. Un oleaje en un mar embravecido. Vivimos la vida en la superficie, y esto quiere decir vivirla con una amplitud de conciencia muy fina, delgada, o poco profunda.

Necesitamos para este camino o viaje de la vida aquella sabiduría de un Padre del Desierto: «Un día un viajero pidió al maestro una palabra de sabiduría que le guiase en su viaje. El maestro accedió cortésmente, y aunque era aquel día, un día dedicado al silencio, pidió una hoja de papel y escribió una única palabra: “conciencia”. ¿”Conciencia”?, dijo perplejo el viajero. Verdaderamente, es demasiado breve; ¿no podrías desarrollarla un poco? Entonces, el maestro tomó el papel y escribió: “conciencia, conciencia, conciencia”. Pero, ¿qué quiere decir esta palabra?, insistió el viajero. El maestro tomó de nuevo el folio y escribió, de modo claro y firme: “conciencia, conciencia, conciencia, significa… conciencia”».

La consciencia de lo sagrado mantiene unido nuestro universo, la falta de consciencia y de sentido lo está destruyendo. Hoy necesitamos subir a la azotea como me comentas en tu carta: «subir a la azotea cuando empieza a amanecer. El silencio del amanecer aquí es de gran belleza. ¡Cómo lo voy a explicar! No hay palabras. Es un silencio que llena el alma y el cuerpo. Estremece».

Cuando empieza a amanecer… Cuando apunta de nuevo el ritmo de un día nuevo, de una vida nueva, necesitamos subir a la azotea y gustar la experiencia del silencio. Solo el silencio puede ser palabra. No hay palabras. Solo debería ser ese silencio que acoge amorosamente la vida que nace nueva con un nuevo amanecer. Un silencio que haga más profunda nuestra conciencia. Que nos ponga en el camino de la sabiduría.

Nuestras palabras son pobres, nacen de deseos, de inquietudes superficiales. La palabra es un apoyo fundamental para la relación humana. Luego nuestras relaciones humanas también son, generalmente, pobres, débiles, de poca consistencia. Hay que subir a la azotea cuando empieza a amanecer. Todavía no ha aparecido la luz del sol, pero el silencio de amanecer previo va a recoger la palabra nueva de un nuevo día.

En este camino de la vida creo que debemos cambiar el ritmo, y buscar aquel ritmo que nos permita crecer en una conciencia más profunda. Es la sabiduría que nos puede guiar en nuestro viaje.

Maria Luisa, sé asidua a los amaneceres de la azotea. Un abrazo,

+ P. Abad