23 de abril de 2008

SAN JORGE, MÁRTIR, PATRÓN DE CATALUÑA

Homilía predicada por el P. José Alegre, abad de Poblet

En 494 Jorge de Capadocia fue canonizado por el papa Gelasio I, mas lo incluyó junto con ...aquellos cuyos nombres son justamente reverenciados, pero cuyos actos sólo son conocidos por Dios. A partir de aquí se crearan en torno a su figura leyendas llenas de milagros. El texto más antiguo sobre su vida lo hallamos en el «Acta Sanctorum», identificado como un palimpsesto del s. V, lleno de «extravagancias y maravillas más allá de cualquier credibilidad».

En los comienzos del Islam el santo cristiano se unió, a través del sincretismo religioso y cultural, con el profeta judío Elías, el predicador samaritano Pineas y el santo islámico Al-Hadir, y vendrá a ser una figura que tenía y todavía tiene una veneración en las tres grandes religiones monoteístas. Un santo, pues, con una proyección ecuménica.

Son numerosas las naciones e instituciones más diversas que lo tienen como Patrón. De aquí que leamos en sus gozos:

«L'art, l'historia i la llegenda
han brodat vostre mantell,
vos han dat millor penyora
amb la ploma i el cisell.
Des del Nord fins al Migdia,
de Llevant fins a Ponent...»

Pero hoy, nosotros encontramos como punto de referencia más fuerte las palabras del papa Gelasio I: san Jorge es de aquellos cuyos nombres son justamente reverenciados, pero cuyos actos sólo son conocidos por Dios. Y al ser celebrados por la Iglesia universal, ningún punto de referencia mejor para nosotros que la página litúrgica. Y esta página nos ofrece dos pinceladas significativas sobre san Jorge y de una principal importancia para nuestra vida de monjes: fue imitador de la Pasión de Cristo, y es protector de nuestra debilidad.

El salmista nos sugiere 5 palabras como las cinco letras de la palabra Jorge, que son una invitación a mirar a nuestro Patrón y esforzarnos por llevar a nuestra vida su ejemplo para que también, como fue en él, nuestra fe sea la victoria que vence al mundo.

La primera palabra sería BENDECIR. Bendeciré al Señor en todo momento. Bendecir es hablar bien, decir cosas buenas de alguien. Es la afirmación más significativa que podemos ofrecer a alguien. Dios, al bendecirnos, nos reafirma en la vida. ¿Qué es el hombre para que te acuerdes de él? Lo has hecho poco inferior a los ángeles. Su bendición nos crea y recrea. Nosotros, cuando bendecimos al Señor, también, de alguna manera, lo estamos recreando en nosotros... Entonces yo me conozco como soy conocido en Él y por Él. Al bendecirnos mutuamente, nos afirmamos mutuamente en el amor, en un amor que nace como iniciativa en Dios y nace como correspondencia en mi como su criatura. Y de esta forma se transforma el hombre entero y todo se convierte en una ferviente alabanza, incluso las más duras pruebas por las que pasamos.

El NOMBRE, ensalcemos juntos su nombre, ¡Qué admirable es tu nombre en toda la tierra. La alegría del salmista que es consciente de la bondad y de la grandeza del Señor la comparte con nosotros. Esta es la alegría de los mártires. Una alegría que se hace nuestra cuando hacemos nuestro su testimonio de fe. Como fue la alegría de Jesús cuando compartía sus sentimientos en la última cena. Os he dicho estas cosas para que vuestra alegría sea completa.

La MIRADA, contempladlo y quedaréis radiantes. Es el rostro de los mártires. Cuando iban a apedrear al diácono Esteban dice que los miembros del Sanedrín miraron su rostro y vieron que tenía aspecto de un ángel, despedía luz. Es un versículo, éste, que nos recuerda a Moisés cuando, después de hablar con Dios, como un amigo habla con otro amigo (Ex 33-34), salía radiante, lleno de luz. Sucede que la oración, el poner nuestra mirada en el Señor, nos transforma; su luz nos envuelve como un manto.

GUSTAD, gustad qué bueno es el Señor... Los sentidos son símbolos de la experiencia espiritual. Quien busca al Señor con todo el corazón, con toda el alma, con todo el deseo, deseo grande e insaciable, al final lo encuentra, pues Dios se deja encontrar del que lo busca. Gustar, disfrutar, saborear las cosas de Dios es un don del Espíritu Santo. Es lo que vivió san Jorge, como todos los mártires.

VED, gustad y ved qué bueno es el Señor. Un ver, que más que ver sería una experiencia viva que conmueve toda nuestra persona y nuestra vida. Es la experiencia de la savia de Dios por todo nuestro espacio interior, manifestación de una presencia del Dios vivo. Es vivir la experiencia del evangelio: Yo soy la vid y vosotros los sarmientos. Una delicia, un gusto, un ver que se hacen realidad especialmente en la Eucaristía.

Escribe Claudel: «Cállate, cierra los ojos, gusta! Es bueno recibir todo el sol de un solo golpe. Lo ha colocado sobre la lengua para que yo lo trague».

Jorge, cinco letras. Bendecir, nombre, mirada, gustad, ved, ... cinco palabras para ponernos en el camino de dar fruto abundante. Pero no olvidemos la precisión muy importante de la Palabra que hemos escuchado: Mi Padre es el labrador. El sarmiento que no da fruto lo corta, y al que da fruto lo poda, lo limpia para que dé todavía más fruto. La gloria de mi Padre es que deis mucho fruto. Este es el fruto que hoy, ahora, contemplamos en san Jorge. El nos da su fruto para que lo tomemos, comamos y nos saciemos.