6 de enero de 2008

EPIFANÍA DEL SEÑOR

Homilía predicada por el P. José Alegre, abad de Poblet

Esta felicitación al hilo de la solemnidad de hoy, y más en concreto de las lecturas de la Palabra de Dios me sugieren diversos interrogantes y sentimientos... La luz roja de la estrella es la misma luz roja de la capa de los Magos. La estrella va en sentido contrario a los Magos, pero inclinada y mirando a los Magos. ¿No será que los hombres vamos buscando la luz en este mundo allí donde no podemos encontrarla? ¿No será que la mirada del niño está viendo lo que los hombres cada vez nos resulta más difícil percibir: la contradicción en que nos movemos en nuestras vidas, en la vida de esta sociedad confusa y contradictoria consigo misma en sus deseos y búsqueda de sentido para su existencia? Levántate, brilla, Jerusalén, que llega tu luz; la gloria del Señor amanece sobre ti! Mira: las tinieblas cubren la tierra, la oscuridad los pueblos, pero sobre ti amanecerá el Señor...

Dios amanece en nuestra tierra; la luz te envuelve como un manto dice el salmista (Sal 104,2). Ahora, con el misterio de la Encarnación, es nuestra naturaleza la que envuelve a Dios. La naturaleza humana envuelve y guarda la luz de Dios. Para que nuestra naturaleza sea luz. Luz en el Señor. El Señor quiere emerger desde el fondo de nuestro ser. Para que tú, yo, nosotros, los pueblos todos caminemos a su luz. Levanta la vista, mira... Al que está junto a ti, al que viene a ti, a los que vienen de lejos... Tu corazón se asombrará, se ensanchará... La novedad desconcertante de la luz divina en el seno de la humanidad sólo puede ser acogida en un corazón de carne capaz de asombrarse, y, sobre todo, de ensancharse.

Es también lo que nos recuerda la Regla: Avanzando en la vida monástica y en la fe se ensancha el corazón y se corre en la inefable dulzura del amor. El corazón de los Magos, y antes el de los pastores, y el corazón de todos los apasionados buscadores de la luz, es capaz de exultar y ensancharse hasta albergar el misterio y ser testigo de la luz.

Tú... ¿eres mago, pastor, o buscador de luz? Te puedes incorporar al séquito de cualquiera de estos. Los que detentan el poder, o el saber, los que tiene un corazón árido, mezquino, los que no saben vibrar en clave de humanidad..., son las tinieblas que oscurecen la tierra y los pueblos.

La estrella aparece al principio, como un signo, y luego no vuelve a aparecer sino al final del trayecto. Entre el principio, con la aparición del signo, con el relámpago de luz de partida y el final del trayecto hay un largo camino, un camino duro, salpicado de dudas, cansancios, pérdidas, desilusiones, esperanzas. La mayor parte del camino, los hombres lo realizan, de alguna manera, a oscuras. Tienen que buscar, preguntar, informarse... La búsqueda no es una marcha triunfal. Y no hay que buscar manifestaciones espectaculares de la estrella. Lo que cuenta es la perseverancia, la capacidad de no desistir, de no ceder al desaliento, de no desviarse hacia cómodos refugios, ni sentirse satisfechos por conquistas provisionales. Lo que cuenta es la obstinación para caminar cuando todo parece inútil, absurdo o imposible.

Se ha manifestado la bondad de Dios, nuestro salvador y su amor a los hombres (Tit 3,4). Es una palabra de la Escritura que hemos escuchado estos días en la liturgia de Navidad. Y es curioso que esta manifestación suscite turbación, temor, preocupación en los que tienen autoridad. La presencia de Dios que se manifiesta en la debilidad se siente como un peligro, como una amenaza para el orden constituido. La jerarquía, de la clase que sea, se sienten incomodas en sus sillas. Sospecha que algo tiene que cambiar en profundidad en las relaciones humanas. La manifestación, la Epifanía de Dios, es preocupación para el poder, o encubrimiento del Misterio, o adulteración, o persecución.

En una ocasión un obispo africano, contaba un misionero, se hacia unas fotos revestido de todos los capisayos de obispo, preocupado de que no faltase detalle... Un misionero le comentaba a otro: ¿Los africanos han entendido el mensaje de Jesucristo? Y éste otro le respondió: -¿Y en Europa lo hemos entendido?

El poder y el saber sienten inquietud profunda ante la manifestación de un Dios que dejar su poder divino, y que manifiesta sus preferencias por lo necio y débil de este mundo. Pero el pueblo sencillo y su espontaneidad natural siempre se muestra abierto y acogedor ante el misterio de un amor encarnado, hecho servicio generoso. La postura de Herodes y de sus sabios necios, es la advertencia de que no se puede estar tranquilo ante la manifestación divina. Que no se puede fingir, ni continuar como si no hubiera pasado nada. En la celebración de este misterio de la Epifanía del Señor hay una Palabra que a mí me interpela con fuerza: ¿Tu corazón es capaz de asombro y de ensancharse?