11 de julio de 2011

NUESTRO PADRE SAN BENITO, ABAD Y PATRONO DE EUROPA

Homilía predicada por el P. José Alegre, abad de Poblet
Prov 2,1-9; Salmo 33,2-4.6.9.12.14s; Col 3,12-17; Jn 19,27-29

En la historia de la Iglesia hay una época de eclipse de la Palabra que se pone en relación con la crisis que llevó al cisma eclesial del siglo XVI, pero cuyo comienzo se va configurando en los siglos XII-XIII coincidiendo con la expansión de la Biblia en estos siglos, en que hay fermentos espirituales muy fuertes, pero también fuertes abusos.

Hoy hemos recuperado en los últimos tiempos el valor de la Palabra, y sin embargo estamos sumidos en nuestra sociedad en una pérdida de confianza en el valor de la palabra humana. Muchas cosas no funcionan en las relaciones humanas por esa pérdida del valor de la palabra humana. Y yo diría que esto tiene también una repercusión en la relación con Dios, que estamos llamados a vivir a través de la Palabra de Dios, pero manifestada también en la palabra humana.

La palabra, humana o divina, viene a ser en manos de muchos como un trozo de cera, ya que vienen a darle la forma y el significado que quiere cada uno.

Quizás en esta fiesta de san Benito puede ser un buen momento para reflexionar sobre la incidencia que la palabra tiene en nuestra vida. La palabra humana y la Palabra divina.

Hay quienes en su vida han tomado algunas palabras e intentan mover su vida en torno a ellas: «Trinidad; palabra, amar, silencio, escuchar; servicio; trabajo».

Esta fiesta puede ser un buen momento para dejarnos llevar por san Benito a una reflexión, pues él es un maestro, un buen maestro, que nos propone hoy la Iglesia a nosotros, que hemos hecho la opción de seguir sus enseñanzas en la vida monástica. «En la escuela del servicio divino, donde se nos invita a no anteponer nada al amor de Cristo, para dilatar el corazón, corriendo por el camino de sus mandamientos», como nos enseña la oración colecta.

Hoy las lecturas son bellas, de una gran belleza como lo es siempre la palabra de Dios que nos quiere poner en el camino del Misterio de amor. Tienen la particularidad de que inciden con fuerza en el perfil de unas determinadas palabras de gran importancia para vivir nuestro camino monástico.

La lectura de Proverbios recoge siete palabras: Acoger, guardar, escuchar, llamar, buscar, invitar, deleitar

Cinco de estas palabras: acoger, escuchar, llamar, buscar, invitar, tienen una referencia a una dimensión nuestra personal, interior, y como consecuencia, después, a una proyección hacia el exterior. Así, por ejemplo, la palabra «escuchar», tiene una referencia a nuestra abertura a una enseñanza que debemos hacer nuestra, algo que vivimos en nosotros, la escucha, la acogida la llamada, la búsqueda, la invitación… para luego movernos en una respuesta hacia fuera, el exterior de nosotros: para obedecer, para buscar a otro, para recibirle…

Palabras pues que tienen un genuino sabor en la Regla. Esta experiencia es para guardarla, vivirla en nosotros, y vivirla con verdadero deleite, como aquello que nos dice la Regla de esperar la Pascua con deleite espiritual.

La Palabra de Dios nos recuerda que el ejercicio de estas siete palabras nos llevarán a venerar el misterio divino y conocer a Dios, que abrirán en nuestra vida caminos de bondad y de justicia. Pero también podemos poner tapones en nuestros oídos para cerrarnos al mensaje e invitación de la Palabra divina. Dios respeta siempre nuestra libertad.

Hasta aquí tenemos una primera lección. En la lectura de Colosenses tenemos una segunda y preciosa lección. Una lección para «escogidos de Dios, santos y amados». Nuestra presencia en el monasterio en primer lugar quiere decir esto: que hemos dado respuesta a la elección de Dios.

Pero la vida es dinamismo, distracción, fallos, despistes, aciertos… decimos que hay de todo en la vida. No está mal, por ello, que la Palabra divina nos recuerda cuales deben ser los sentimientos de unos escogidos. Nos lo recuerda presentándonos otra cajita, un estuche con otras siete palabras: compasión, bondad, humildad serenidad, paciencia, soportarse, perdonarse.

Y por si tenemos mala memoria —hoy en día con tantas cosas se nos va mucho la memoria— nos resume todas estas palabras en una sola: AMOR. Y aprovecha para darnos unos perfiles concretos de esta palabra-resumen, fundamental. «El amor que todo lo liga, lo ata». A veces no somos diestros en hacer nudos con esta palabra ¿verdad? Todo lo liga y además, dice lo perfecciona. Aquí sí que podríamos aplicarnos un poco más, porque esto debe tener relación con el trabajo bien hecho. La perfección de la obra bien hecha. No hemos de perder prestigio ante la sociedad, que nos contempla como guardianes de estas palabras.

Y nos ha dejado pequeños indicios para saber si vamos por el buen camino: la Paz. «Llamados a una paz que cuida de la unidad y sirve a la unidad».

Esta es la Palabra de Cristo. Nos exhorta a que tenga acogida en nosotros. Pero claro esta palabra tiene resonancias diversas en cada uno de nosotros. Por esto acaba la lección suponiendo que somos buenos discípulos y hace una recomendación final: «instruiros unos a otros, amonestaros unos a otros».

Podríamos decir al Señor aquellas palabras de Pedro a Jesús: «Mira, nosotros, lo demos dejado todo para seguirte ¿qué nos tocará?»