31 de enero de 2016

DOMINGO IV DEL TIEMPO ORDINARIO (Año C)

Homilía predicada por el P. José Alegre
Jer 1, 4-5. 17-19; Sal 70; 1Cor 12,31-13,13; Lc 4,21-30

«El amor no pasará nunca».

Y aquí tenéis un retrato del amor. En la lectura segunda de san Pablo. O también un lienzo, una singular y única pintura sobre Dios; y que nos resaltan sus bellas pinceladas de color, de manera admirable para nosotros, la psicología de la persona retratada. Esta es la pintura de Dios, su retrato, que queda esbozado a lo largo de las páginas sagradas de la Biblia, y perfilado por completo para ti, para mí, para cada uno de nosotros en la persona de Jesucristo: «El amor es paciente, es bondad, el amor no tiene envidia, no presume, no es orgulloso no se irrita, no da lugar a la venganza; el amor no acepta las farsas, sino la rectitud; el amor lo soporta todo y no pierde nunca la confianza, la esperanza, la conciencia».

Esta es la pintura más fiel de Dios. Porque Dios es amor. No pasará nunca.

Y este amor nos lo ha revelado Dios, lo ha manifestado entre nosotros, nos lo ha hecho presente en su Hijo. Y nosotros ¿lo rechazamos como sus vecinos de Nazaret? «La misión de Jesús es revelar este misterio de amor divino en su plenitud. Su persona no es otra cosa que amor. Un amor que se da y ofrece gratuitamente» (Misericordiae vultus, 8).

El amor, pues, no es un sueño… Quizás te pueden entrar dudas acerca de la existencia de Dios, pero seguro que no te entran dudas acerca de la existencia del amor. Tú, ¿no amas a alguien, no te sientes o te has sentido amado por alguien… Ten la seguridad de que estás en el sendero de Dios. Que Dios está muy próximo a ti.

El amor no es un sueño. El amor nos ayuda a soñar. Soñar en esta imagen de Dios, esta pintura de singular belleza, obra que ya está empezada en tu corazón. El amor es la vida misma en su estado de madurez y perfección… Quizás no sientes esta madurez del amor en tu vida… Pero ¿y el deseo? ¿Acaso no deseas vivir o reproducir en tu persona esta pintura amable del amor, esta pintura de Dios?

Pero si contemplamos esta vida que se nos ha revelado como amor descubrimos que va ligada a otra palabra: muerte. Tenemos que copiar esa pintura divina de amor, pero tenemos que aceptar la muerte. La pincelada de la muerte. Escoger la vida, escoger el amor, es escoger la muerte, porque la vida, que vivimos como hombres y en el tiempo, termina con la muerte. Aceptar otra forma de vida que no acepte la muerte es puro sueño inútil. Una vida terrena sin muerte es puro sueño inútil. Algo irreal.

Por ello escribe el poeta, hablando del Amor que da su vida:

«Desgarrón de los cielos, abertura.
Tú eres de Dios y quien por Ti le mira
muere de verte, al fin, de amor se muere
y muriendo de amor vida recobra
vida que nunca muere».

Quizás por ello esa pintura de Dios, del amor, que nos ofrece hoy san Pablo nos deja fríos, o con un deseo muy frágil. Podría ser…

Necesitamos poner en nuestra vida el ritmo del amor. Es vivir la vida, viviendo también la negación de nosotros en esas pequeñas y múltiples circunstancias de nuestra existencia. ¿Qué tiene que morir en mí cuando ponen a prueba mi paciencia, cuando me hacen una mala faena y busca la revancha… ¿Qué tiene que morir en mí cuando vivo una relación personal con otro o con otros, en la familia, en la comunidad… para incorporar a mi vida esta palabra viva que hoy proclamamos en la lectura de Corintios? ¿De qué tengo que vaciarme, como se vacía Dios en su amor por nosotros, para que resplandezca en mi vida la vida del Crucificado, el amor del Crucificado que cada domingo celebramos en torno a este altar?

En todos vosotros está la chispa del deseo insaciable. De amor. Ofrecido. O recibido. O ambas cosas. En todos vosotros está este fuego secreto, este abismo sin fondo, la misma ambición infinita de felicidad y de gozo y de posesión sin fin. En todos los ojos humanos existe un pozo profundo, que es el pozo de este vino de la vida. Esta sed que está en todos los seres y que es el amor de Dios. Es la única y verdadera nostalgia. Desde el fondo de todas las criaturas nos llama Dios. Y esta llamada es el encanto que hay en todas las criaturas. Pon en tu vida el ritmo del amor, el ritmo de la contemplación, con las palabras de esa pintura divina de san Pablo.

Porque yo quiero decirte lo que le digo al Señor en mi oración con palabras del poeta:

«Y con amor furioso
persigues a quien amas, y si te huye
le acosas con ahinco y acorralas
sin dejarle vivir, de sed se muere».