21 de febrero de 2010

DOMINGO I DE CUARESMA (C)

LA BELLEZA DE LA PALABRA DE DIOS EN LA HOMILÍA
Deut 26,4-10; Salm 90,1-2.10-15; Rom 10,8-13; Lc 4,1-13

Reflexión: Sobre el tiempo de Cuaresma

La categoría de la fiesta incide siempre en la manera de su preparación. La Cuaresma es un tiempo de transito, un gran tránsito, hacia la Pascua, la primera y más solemne fiesta de los cristianos. La Pascua es una fiesta, y también un tiempo especial dentro del Año Litúrgico, para afirmarnos en nuestra fe en la resurrección de Jesucristo. La resurrección de Jesucristo es el núcleo de nuestra fe cristiana. Si Cristo no ha resucitado, dirá san Pablo, nuestra fe es vana, todavía estamos en nuestros pecados. Luego es importante, es necesario que nos tomemos en serio el tiempo de preparación de esta fiesta. Es necesario profundizar en aquellas exigencias que la Cuaresma quiere poner en nuestra vida.

Jesucristo enseñó a sus discípulos de dejar todo, tomar su cruz y seguirlo a Él que no es de este mundo, como dice en la despedida de la Ultima Cena. El horizonte es la Pascua, evidente, pero es necesario hacer el camino. Hay que "pasar" a la Pascua. Previamente nos tenemos que hacer conscientes de la exigencia que supone este camino a la Pascua.

Yo creo que somos conscientes de que la sabiduría de este mundo no está en la línea de la sabiduría de Dios, lo cual quiere decir que el hombre que sigue a Cristo, o el cristiano que quiere vivir su fe pascual, ha de plantearse vivir otra sabiduría. Y esto no viene de manera infusa. Aunque necesitamos la gracia de Dios para recorrer estos caminos, también es verdad que el Señor espera de nosotros una colaboración activa, firme.

¿En que debe consistir esta colaboración nuestra? ¿cómo debe ser nuestro trabajo cuaresmal? Si necesitamos de la ayuda de Dios, pues busquemos esta ayuda, escuchemos lo que Dios quiere de nosotros. Y aquí podemos tener ya un punto claro: escuchar sus palabras. El tiempo de Cuaresma debe ser un tiempo especial de escucha. Luego de aquí se deduce que el tiempo de Cuaresma debe ser un tiempo especial de silencio. El silencio es el clima que hace posible la escucha. Después, nos podemos preguntar por el contenido de la escucha. Si ha de ser la escucha de Dios, pues el contenido será su palabra, sus palabras recogidas y ofrecidas en los Libros Sagrados

Y a partir de aquí, caminar y vivir confiados en lo que nos vaya diciendo o sugiriendo el te salvarásSeñor. Nuestra respuesta deber ir de acuerdo a dicha escucha.

Palabra

«Mi padre fue un arameo errante, bajo a Egipto,…creció, se hizo una raza grande, nos esclavizaron, clamamos al Señor y el Señor escuchó nuestra voz, nos sacó de Egipto, y nos introdujo en una tierra que mana leche y miel». En esta primera lectura tenemos una breve relación de los momentos clave de la vida del pueblo elegido, y que viene a constituir su profesión de fe. Una fe que se ve puesta a prueba a lo largo de la historia del pueblo elegido. Una fe vivida intensamente en la historia como un permanente peregrinaje hacia la tierra de la promesa. El pueblo reconoce la acción positiva de Dios que protege que acompaña a su pueblo. Pero también, un pueblo que a lo largo de la historia tendrá sus momentos de desfallecimiento y de infidelidad. La fe es una experiencia de Dios vivida en ese día a día en el cual el hombre tiene sus altibajos, de cara a sus hermanos y de cara a Dios también.

«Si tus labios profesan que Jesús es el Señor y tu corazón cree que Dios lo resucitó, te salvarás. Por la fe del corazón llegamos a la justicia, y por la profesión de los labios, a la salvación». La fe en Jesucristo. El pueblo elegido vive en el Antiguo Testamento su fe como una confianza en Dios. En el Nuevo Testamento esta fe viene a ser una relación personal con Jesucristo. Es una fe que nos lleva a vivir la experiencia del resucitado, del hombre nuevo. El Espíritu del Resucitado nos lleva a una vida nueva.

«El Espíritu lo fue llevando al desierto, mientras era tentado por el diablo». En las tentaciones están preanunciadas todas nuestras tentaciones, que ponen a prueba nuestra fe. Es importante este pasaje, no sólo por lo que nos dice sobre Jesús, sino también por lo que nos dice sobre nosotros. Dice Dostoyevski: "En ellas están en conjunto como resumida y preanunciada toda la historia humana". La primera tentación es la intentar cambiar el curso natural de las cosas. El manipular todo, para hacerlo instrumento de mi interés particular. La segunda viene a ser aquello de "vender al alma al diablo"; adquirir poder extraordinarios y el éxito a toda costa. La tercera buscar la espectacularidad, llamar la atención al precio que sea

Sabiduría sobre la Palabra

«La injusticia, fruto del mal, no tiene raíces exclusivamente externas; tiene su origen en el corazón humano, donde se encuentra el germen de una misteriosa convivencia con el mal. Lo reconoce amargamente el salmista: Mira en la culpa nací, pecador me concibió mi madre" (Sal 51,7). Sí, el hombre es frágil a causa de un impulso profundo que lo mortifica en la capacidad de entrar en comunión con el prójimo. Abierto por naturaleza al libre flujo del compartir siente dentro de sí una extraña fuerza de gravedad que lo lleva a replegarse en sí mismo, a imponerse por encima de los demás y contra ellos: es el egoísmo, consecuencia de la culpa original». (Benedicto XVI, Mensaje para la Cuaresma, 2010)

«El ayuno no da fruto si no es regado por la misericordia, se seca sin este riego; lo que es la lluvia para la tierra, esto es la misericordia para el ayuno». (San Pedro Crisólogo)

«Dios puede, en realidad alimentar a los pobres; pero quiere que se unan, por amor, los que dan con quienes reciben». (San Juan Crisóstomo)

«No es otra cosa oración mental, a mi parecer, sino tratar de amistad, estando muchas veces tratando a solas con quien sabemos que nos ama». (Santa Teresa)

17 de febrero de 2010

MIÉRCOLES DE CENIZA

Homilía predicada por el P. José Alegre, abad de Poblet
Joel 2,12-18; Sal 50 3-6.12-14.17; 2Cor 5,20-6,2; Mt 6,1-6.16-18

Soñó Dios, una noche, con una NOCHE preciosa.
Una noche preciosa que llegó después de muchos días con sus noches.
Y soñó… como sueña siempre, como sueña desde el principio, a lo grande… Soñó con TODOS.
Soñó que todos llegaban esa noche, no importa a qué hora, ni de donde.
Ni tampoco si no se podían mover de casa… lo que importaba
es que todos tenían la misma cita.
Todos llegaban y cuantos más llegaban, más entraban y todavía había sitio para más…
de hecho la puerta se dejó toda la noche abierta y ya no se cerró nunca.
Soñó Dios que todos, esa noche, traían sus mochilas repletas de vida, con el deseo de
compartirla y disfrutar de la vida de los demás… como si en eso les fuera la vida.
Soñó Dios que todos, esa noche, querían sentarse juntos, grandes y pequeños,
como una gran familia, con el deseo de vivir las cosas del Padre juntos…

Empezamos la Cuaresma. Dios sueña en nuestra noche, con una NOCHE preciosa. Dios sueña en nuestra noche con TODOS. Nosotros necesitamos soñar. Ahora es la hora de soñar. Ahora son los días de soñar. Soñar con una NOCHE preciosa. La NOCHE de Pascua. Aquella noche en que todo lo ilumina el gozo de Dios, la noche en que se une lo humano con lo divino.

Dios sueña, en la noche de tu pecado, del mío, en la noche del pecado de la humanidad, con una NOCHE preciosa, única. Dios sueña con la rotura de nuestros corazones, porque Él es rico en amor, compasivo y misericordioso. Y sueña en su inmenso amor con recomponer nuestros corazones heridos, rotos…

Tú necesitas soñar. Necesitas soñar en tu noche con una Noche preciosa, única. Necesitas soñar, en tu noche, con el sueño de Dios, para saber de la ternura y del amor de un Dios que sueña con todos y que, por lo mismo, sufre con todos y por todos. Dios es muy humano. Tan humano que sueña con todos y por todos. Sufre por todos.

Miércoles de Ceniza. Comienza la Cuaresma. Ahora es la hora de soñar. Ahora son los días para soñar. Con una Noche preciosa, clara como el día.
Dios sueña en la noche. Sueña tú también con Dios…

Dios sueña en la noche, con una Noche preciosa, en que se desvanece la misma noche, y queda triturado el pecado y la muerte. Sueña con la alegría y la concordia. Dios sueña con la reconciliación. El sueño de la reconciliación que lo ha dejado grabado en su naturaleza divina trinitaria, y lo ha derramado en la naturaleza humana.

Tú necesitas soñar sueños de reconciliación. Son los sueños que olvidan de cerrar las puertas. Sueños de puertas abiertas. Al viento de Dios. Tú necesitas soñar sueños de reconciliación. Pues de lo contrario te preguntaran: ¿dónde está tu Dios? El Dios de los cristianos es un Dios trinitario, eternamente reconciliador. No hay otro Dios sino éste.

Dios sueña en la noche, con una Noche preciosa. Tú necesitas soñar. Sueña los mismos sueños de Dios. Para esto Él ha puesto en ti su Palabra: «La Palabra está cerca de ti: la tienes en los labios y en el corazón». (Rom 10,8) «Entonces, ¿qué nación tiene un Dios tan cercano como está el Señor, nuestro Dios, cuando lo invocamos?». (Deut 4,7)

La Palabra despierta los más bellos sueños que puedes tener. La Palabra despierta las más fuertes energías para caminar por senderos de reconciliación.

Haz en estas horas de Cuaresma, en estos días de camino a la Pascua que la Palabra sea tu alimento principal. La que ponga el perfume, el buen aroma de Cristo en tu cara y en tu corazón. Que la Palabra escriba una nueva melodía en tu corazón, que la Palabra escriba en ti las notas que precisas para escribir en tu vida y cantar, con otro el canto nuevo. El canto de un Día nuevo en que todo lo llena el día y la luz de Dios.

Soñó Dios que todos, esa noche, querían sentarse juntos, grandes y pequeños,
como una gran familia, con el deseo de vivir las cosas del Padre juntos…

Efectivamente, Dios ha tenido este sueño. Pero somos nosotros quienes debemos hacer realidad los sueños de Dios.

14 de febrero de 2010

DOMINGO VI DEL TIEMPO ORDINARIO (C)

LA BELLEZA DE LA PALABRA DE DIOS EN LA HOMILÍA
Jer 17,5-8; Salm 1, 1-6; 1Cor 15,12.16-20; Lc 6, 17.20-26

Reflexión: «Como un árbol plantado junto al agua»

… Así es el hombre que confía en el Señor, que se apoya en Él, que vive de su Palabra.

El árbol aparece en el tiempo invernal seco por fuera, sin hojas. Pero llega el tiempo de bonanza y todo él se cubre de frondas, verdes, húmedas. Así nos muestra que estaba bien arraigado, que sus raíces se extendían hasta las aguas ocultas, que muestran su fuerza con el nuevo reverdecer de la primavera.

Nuestra vida viene a ser también un árbol. Un árbol con orgullo y nostalgia, que vive en tierra seca y árida, que crece en las calles de las ciudades, para dar una cosecha abundante, porque escucha el rumor de las aguas vivas, de las aguas que fecundan en su tiempo aquella tierra seca y árida.

El hombre tiene que escuchar lo que está oculto. Hay que escuchar el corazón, pues no hay nada oculto que no salga a la luz. Toda la creación está llamada y quiere participar en la gran fiesta de la luz. Un día sin noche, cuando el corazón irradia la luz de Dios, la sabiduría de las bienaventuranzas. Un corazón ensanchado cuando se hace receptivo a la luz.

El pensador Miguel de Unamuno escribía: «En vez de decir ¡adelante! o ¡arriba!, di: ¡adentro! Reconcéntrate para irradiar; deja llenarte para que reboses luego, conservando el manantial. Recógete en ti mismo para mejor darte a los demás todo entero e indiviso. "Doy cuanto tengo", dice el generoso. "Doy cuanto valgo", dice el abnegado. "Doy cuanto soy", dice el héroe. "Me doy a mí mismo, dice el santo; y di tú con él, y al darte: Doy conmigo el universo entero. Para ello tienes que hacerte universo, buscándolo dentro de ti. ¡Adentro!»

La sabiduría de las bienaventuranzas, es la sabiduría del hombre nuevo, del hombre que busca arraigar en las aguas vivas de la Palabra. Una Palabra cuyas corrientes se escuchan dentro, en el interior, para verterse finalmente hacia el exterior en una vida concreta que quiere seguir las huellas del Maestro.

El árbol, antes de la belleza renovada de la primavera guarda silencio arropado por el rigor del invierno, pero finalmente brota con la belleza de una vida nueva. Así es también en la vida espiritual. Solo que en este caso podemos escuchar los rumores de la vida interior y trabajar, cooperar, para hacer la belleza de la primavera más esplendente.

Nos conviene recoger el pensamiento y la palabra del salmista: «Oigo en mi corazón, busca mi rostro. Y yo busco tu rostro, Señor, no me escondas tu rostro». (Sal 26,8)

Palabra

«Predicamos a Cristo resucitado de entre los muertos». Esta es nuestra fe: Cristo. Pero éste no es una sola pincelada. El cuadro tiene varias pinceladas: su vida, durante la cual va preparando la expresión cumbre de su existencia: el amor extremo. Pasa dando vida. Dando la vida… hasta el extremo.

«Si nuestra esperanza acaba con esta vida, somos los hombres más desgraciados». La esperanza no defrauda. Es posible que nuestra fe en la resurrección no la tengamos muy firme, muy luminosa. Pero no por esto pierde fuerza la esperanza. La esperanza es la llama que no se apaga.

«Dichosos los pobres». ¿Crees esta palabra de Jesús?... pues acércate a los pobres.

«Dichosos lo que ahora tenéis hambre». ¿Crees esta palabra de Jesús?... pues comparte el pan con los que tienen hambre

«Dichosos los que ahora lloráis». ¿Crees esta palabra de Jesús?... pues saca tu pañuelo para secar las lágrimas

«Dichosos los perseguidos por causa del Hijo de hombre». ¿Crees esta palabra de Jesús?... pues esfuérzate por hacer verdad en tu vida la enseñanza de san Pablo: "No soy yo quien vivo, es Cristo quien vive en mí.

Sabiduría sobre la Palabra

«Cristo exige en cada venida una salida particular de nosotros mismos, conformándose nuestra vida a la manera de su venida. Él pronuncia espiritualmente esta palabra en nuestro corazón, luego de cada venida: "Salid, por los ejercicios y toda vuestra vida, según que mi gracia y mis dones os estimulen a ello". Según el modo con que nos impulsa y atrae hace fluir y refluir. Así debemos salir caminar en la práctica de los ejercicios interiores, si queremos alcanzar la perfección. Pero si resistimos al Espíritu de Dios por la disconformidad de nuestra vida perdemos el impulso interior y fatalmente quedaremos faltos de virtud». (Juan Ruysbroeck, Bodas del alma, Cap. 8)

«Jesús fue un maestro de moral. Todo lo que Él dice, sea como fundamento, fin o relación de amor, confianza y obediencia a Dios a quien invoca siempre como Padre, viviendo pendiente de su designio para con Él. Estar en la casa de su Padre, en las cosas de su Padre, en la voluntad de su Padre, era el alimento de Jesús, toda su consistencia. El mensaje moral de Jesús tiene su arraigo originario y permanente en el descubrimiento de la paternidad de Dios, en el reconocimiento de su providencia para con cada uno de sus hijos, en la aceptación de su misericordia y perfección cual espejo en el que debemos aprender a tratar a nuestros hermanos como Él trata a todos, haciendo salir el sol sobre buenos y malos. El Sermón de la Montaña es el texto central y fundamental de la enseñanza de Jesús, que es teología antes que moral…». (Olegario Gonzalez, La entraña del cristianismo. Salamanca, 98, p.405)

7 de febrero de 2010

DOMINGO V DEL TIEMPO ORDINARIO (C)

LA BELLEZA DE LA PALABRA DE DIOS EN LA HOMILÍA
Is 6,1-8; Salm 137,1-8; 1Cor 15,1-11; Lc 5,1-11

Reflexión: No temas, serás pescador de hombres

Pedro debió quedar impresionado escuchando a Jesús como hablaba a la multitud desde la barca. Y acabó de impresionarse con la pesca que hace a continuación. La fuerza de la palabra de Jesús debía ser especial. La autoridad con la que hablaba y con la que actuaba.

En varias ocasiones se subraya en el evangelio el comentario de quienes le escuchan: «Nadie ha hablado como este hombre». La palabra de Jesús va directa al corazón de quien le escucha. De lo contrario no se explica la reacción de las muchedumbres que le siguen. O las reacciones de aquellas personas que viven un diálogo personal con él. Por ejemplo la samaritana, Nicodemo, María Magdalena, los mismos apóstoles…

Hoy estamos acostumbrados a ver como se busca "cazar" a personas para que crezca el número de integrantes de una institución, incluso religiosa, de un partido, o de cualquier grupo. Lo importante es el número, porque los objetivos suelen estar siempre más allá de la persona a la que se quiere "cazar". En estos casos, la persona estará al servicio de la institución o grupo correspondiente. Para alcanzar objetivos de tipo económico, poder, social…

Jesús no busca "cazar", que es un vocablo que pone de relieve una acción sobre alguien sobre quien se ejerce una presión desde fuera de él. Jesús emplea la palabra "pescar", que yo creo es un término más suave. La persona que se quiere "pescar", puede "morder el anzuelo" o no, entrar en la red o no. Es más problemático el éxito.

Jesús pasa por la vida de las personas sin obligar. Ofrece la "fuerza de penetración" de su palabra. Busca llegar al corazón. Y una vez llega al corazón, entonces si que esa palabra estalla como las bombas que estallan y expanden mucha metralla que hace mucho daño. La palabra de Jesús que llega al corazón también hace daño, pues ahí esta el terreno óptimo para la germinación de la semilla de la palabra, para provocar nueva vida. Y esa nueva vida irá creciendo, pero simultáneamente quien vive este crecimiento lo experimenta como algo suyo, que va viviendo desde si mismo, como creatividad, como una fuerza espiritual que le va renovando. Se experimenta este fenómeno de crecimiento de la persona en la línea de la palabra del poeta:

«Ya no hay luz en el mundo
Toda la luz está en tu interior
Toda la luz está entre nuestras cejas,
en ese centro o punto
donde un tiempo eterno
nos está contemplando».
(Antonio Colinas)

Palabra

«Santo, santo, santo es el Señor de los ejércitos; la tierra está llena de su gloria!». Una santidad que aparece muy diluida en esta tierra, porque es una santidad que menosprecia la vida del hombre, atraído por otras "santidades", que no llenan precisamente de gloria, esta tierra.

«Escuché la voz del Señor: ¿Quién irá por mí? Contesté: Aquí estoy mándame». Es una gracia de Dios la llamada que nos hace a vivir la fe, o también a ser instrumentos suyos como anunciadores del Reino. Supone también una paz y alegría interior, sabernos mandados por Él.

«Os recuerdo el Evangelio que os proclamé. De lo contrario se malogra nuestra fe». Es importante en la vida de fe recordar. Recordar la obra de Jesucristo que culmina en la resurrección. Un recuerdo y una confrontación con la propia vida para mantenernos en fidelidad a Su obra.

«Rema mar adentro y echad las redes». La vida del cristiano debe ser un remar "mar adentro" en las "aguas de esta sociedad", y echar las redes, o a veces la caña, pues con frecuencia puede ser más interesante y necesario un diálogo vivo y personal en nuestro trabajo apostólico.

Sabiduría sobre la Palabra

«La voz del Verbo (Logos, Cristo) es siempre una voz poderosa. Por ejemplo en la creación inicial, un palabra hizo brillar la luz, y con el mandato de otra palabra se constituyó el firmamento, y el resto de la creación fue emergiendo gracias a la Palabra creadora (Gen 1,3ss). De igual forma, ahora cuando el Verbo manda al alma, ya fortalecida, que vaya hacia Él, el alma recibe inmediatamente la fuerza para cumplir este mandamiento, y viene a ser como la quiere el Esposo: se transforma en algo más divino y se cambia, en un cambio bello, en una gloria que está por encima de la gloria que tenía antes». (San Gregorio de Nisa, Hom. VIII sobre el Cantar)

«Pero, ¿por qué no llamó a Mateo al mismo tiempo que a Pedro y a Juan? Porque aún no estaba bien dispuesto. Aquel que conoce bien el fondo de los corazones sólo llama a quien está dispuesto a obedecer». (San Juan Crisóstomo, Catena Aurea, Vol II, p.11)

«Cuando Jesús dice: Sígueme, lo hace a través de la predicación, o por la voz de la Escritura, o por una inspiración interior». (Rabano Mauro, Catena Aurea, Vol II, p.17)

«Hay tres géneros de llamamiento. Uno, cuando nos llama Dios directamente; otro, cuando nos llama por medio de los hombres; y el tercero, cuando lo hace por medio de la necesidad». (Casiano, Colación 3)

2 de febrero de 2010

LA PRESENTACIÓN DEL SEÑOR

Homilía predicada por el P. José Alegre, abad de Poblet
Mal 3,1-4; Sal 23, 7-10; Hebr 2,14-18; Lc 2,22-40

«Que Dios nos deje ver la claridad de su mirada y se apiade de nosotros». Es una palabra de bendición que decimos en Maitines con el deseo de ver la luz de Dios antes de escuchar su Palabra. Recitamos los salmos, y son muchos los versos que nos hablan de esa luz, que todos deseamos y cuya fuente la ponemos en Dios, en su Palabra, en su mirada. Así:

«¿Quién podrá darnos la dicha, si la luz de tu rostro ha huido de nosotros?» (Salmo 4)
«Atiende y respóndeme, Señor, sigue dando luz a mis ojos» (Salmo 13)
«Señor, tú enciendes mi lámpara; Dios mío, tú alumbras mis tinieblas» (Salmo 18)
«El Señor es mi luz y mi salvación, ¿a quien temeré?» (Salmo 27)
«Porque en ti está fuente viva y tu luz nos hace ver la luz» (Salmo 36)
«Lámpara es tu palabra para mis pasos, luz en mi sendero» (Salmo 119)

Hoy con esta fiesta de la Presentación del Señor, donde está significadamente presente la luz, cerramos el ciclo del Nacimiento, y venimos a hacer un primer anuncio de la Pascua. Hoy tenemos un anticipo y anuncio del misterio pascual de Cristo. De aquella noche dichosa en que cantamos:

«Que la tierra se llene de alegría
iluminada y radiante de la claridad
que viene de la luz del reino eterno
porque hoy la oscuridad se ha esfumado».

«Hoy nos deslumbra la fiesta de la ofrenda de su persona. Hoy se presenta al Creador el fruto sublime de la tierra. Hoy la víctima pacífica y agradable a Dios se ofrece en el templo por manos virginales; es llevada por sus padres y unos ancianos la aguardan. José y María ofrecen el sacrificio de la mañana; Simeón y Ana lo reciben. Estos cuatro forman esa procesión que hoy se recuerda con solemne alborozos en los cuatro extremos de la tierra». (San Bernardo, Sermón 2 de la Purificación)

Así pues, Dios se presenta como luz. Así lo canta el anciano Simeón: «porque mis ojos han visto a tu Salvador, luz para alumbrar a las naciones». Y más adelante quien hoy es presentado en el tempo como una ofrenda de luz dirá que es «la luz del mundo, y que quien le sigue no camina en tinieblas». Pero no todos aceptan su luz. Y por ello él mismo dirá que «viene a abrir un proceso: que los que no ven vean, y los que ven queden ciegos». Así se cumplirá la profecía de Simeón de que en el futuro será una bandera discutida, y que pondrá al descubierto la actitud de los corazones. José y María presentan a Jesús en el templo. «Así entrará en el santuario el Señor a quien buscáis, el mensajero a quien deseáis». Entra en el santuario material, de piedra, entra en el santuario de la creación revestido de nuestra naturaleza, para hacer por último de todos y cada uno de nosotros un templo, su templo.

La luz fue la primera de las criaturas materiales de Dios. El más puro y hermoso de todos los seres visibles. Gracias a ella podemos contemplar las demás criaturas materiales y su belleza. La luz es una imagen material de la verdad y la belleza divinas. Pero esta no es todavía la pura luz del mismo Dios, el cual dispone toda la creación material como un candelero para la luz verdadera. Y entre estas criaturas esta el hombre, que hecho a imagen y semejanza de Dios brilla con la misma luz de Dios dentro de sí mismo. Pero esta lámpara en cuanto se puso sobre el candelero, por un acto de su propia voluntad, apagó su propia luz y se negó a ser encendida de nuevo.

Dios irá preparando pacientemente su verdadera luz, con la luces de la vieja Ley (pensemos en Noé, Abraham, Sinaí…) Cada vez que Dios quería encender la lámpara de nuevo el hombre se aterraba y se escondía en la tiniebla. Dios tomará otro camino para hablar de su luz. Una luz que no aterrorice a los hombres, una luz suave, que el hombre, su criatura más querida pueda soportar y llevar consigo.

El Levítico (24,1-4) nos habla de las lámparas del tabernáculo que habían de alimentarse con "aceite virgen". Lo cual significaba esa pureza virginal de corazón que aguarda al Esposo en el silencio de la noche.

Y, efectivamente, ese Esposo llega y planta su tienda entre nosotros en el silencio de la noche. Se reviste de nuestra carne y sangre para dejar su fuente de luz dentro del hombre, cumpliéndose así la profecía del libro de los Proverbios: «La luz del Señor es el espíritu del hombre, que penetra hasta las profundidades de su ser» (Prov 20,27)

El hombre se hará así luz para su prójimo. Pero es necesario cuidar, desarrollar esa fuerza espiritual, que reside en nosotros.

Es una luz que iluminar con fuerza en Santa María. En María la lámpara queda otra vez perfectamente limpia, ardiendo, con luz pura erguida en el candelabro, iluminando toda la casa de Dios, y mostrando el camino para volver a la luz.

Contemplemos a Santa María y miremos a «Cristo que habita en el corazón; en el corazón comunica la paz a su pueblo, y a sus santos, y a los que se convierten de corazón». (San Bernardo, Sermón 1 Purificación)